El derrame de petróleo provocado por rotura de la tubería del “Sistema de oleoducto transecuatoriano” (SOTE) en Quinindé, provincia de Esmeraldas, constituye un hecho grave, no sólo por la baja en la producción y exportación petrolera, sino sobre todo por el daño ambiental causado; un daño que, entre otras cosas, ha conllevado la contaminación de ríos, la destrucción de la vegetación y muerte de animales, y la carencia en la dotación de agua potable a la población; en definitiva un daño que ha afectado a cientos de miles de personas de diversos cantones de dicha provincia.
Se trata de una provincia que además ha sido muy golpeada por la altísima inseguridad y criminalidad, y en la cual la mayor parte de su población es afroecuatoriana y los niveles de pobreza son altos.
Pese a esta a particular situación (o quizás por una dosis de racismo y aporofobia), la intervención del Gobierno no ha sido ni oportuna ni suficiente para enfrentar el drama ambiental, humano y social que está viviendo la población, como secuela del derrame de crudo. La indolencia parece ser la tónica, cuando ni siquiera el Presidente de la República ha hecho, por lo menos por un momento, presencia física en el lugar de la tragedia y conocer de manera directa lo que está sufriendo la gente.
Incluso la información gubernamental que se ha dado sobre este problema ha sido inexacta y contradictoria, en cuanto a cuestiones como el tiempo y la cantidad del crudo derramado, o sobre las causas que originaron la rotura del oleoducto. Oficialmente los técnicos de PETROECUADOR informaron de una rotura por deslizamientos de tierra causados por las lluvias torrenciales, una versión corroborada por la Ministra de energía y ambiente; luego se habló de negligencia; sin embargo, en los últimos días, la Ministra “sorpresivamente” dice que el problema habría ocurrido por un “sabotaje”.
Esta última versión de la Ministra, parecería ser más bien una estratagema política para ocultar la falta de atención a Esmeraldas e instrumentalizar electoralmente a favor del Gobierno, y en contra de adversarios políticos, la tragedia; amén de que no es la primera vez que, sin presentar pruebas, se usa la muletilla del “sabotaje”; ya se lo hizo, por ejemplo, para justificar los apagones. (O)