Tras el debate entre Daniel Noboa y Luisa González, todo lo dicho o no dicho, los ataques, las acusaciones, las dubitaciones y hasta las mentirillas camufladas con cierta dosis de elegancia, pero de cinismo también, se diluyen con el pasar de las horas.
Los dos debatieron, como ocurre siempre en la arena política, para la vista, oído y gusto de sus partidarios. Son los más interesados.
Pero, ¿cómo lo procesaron quienes en la primera vuelta anularon su voto, lo hicieron en blanco, no fueron a las urnas, pero en la segunda, sí; o aquellos cuya opción fueron otros candidatos?
Si la intención de ambos fue captar esos votos, quedaron debiendo. Por el formato del debate, la moderadora se limitó a leerles las preguntas y controlar el tiempo, menos a preguntar, menos a exigirles responder con claridad y certezas las interrogantes, peor a comparar sus respectivos planes de trabajo con lo expresado, mentido o pasado por alto.
Lo hemos sostenido siempre: la realidad de cómo anda el Ecuador en lo económico, en lo social, laboral, en seguridad, en salud pública, educación, termina dándoles en la cara a quien asume el poder.
Y esto lo saben los electores. Ninguno les hablará con las “verdadera verdad”. Hacerlo les haría perder votos.
Esto faltó durante las dos horas del careo, plagado, además, de acusaciones, de calificativos y de recordatorios, algunos, lapidarios y causantes de cuanto vive el país.
Quedan 19 días para pensar. Será un lapso en el cual los dos presidenciables tratarán de apuntalar temas claves como la dolarización y la inseguridad.
Los ecuatorianos tendrán muy claro por dónde y hacia dónde van Noboa y González sobre la dolarización. Igual sobre la economía.
Los medios de comunicación, serios e investigativos, son los llamados espulgar varias de las acusaciones sobre narcotráfico y corrupción; a comparar sus planes de trabajo con sus promesas; a decirle al país la realidad. Tarea dura pero necesaria. Ellos ya lo han dicho todo.
