Los efectos del postdebate

El Ecuador se encuentra a pocas semanas de una elección crucial. No se trata solo de escoger a quien dirija la Presidencia durante los próximos años, sino de decidir entre la continuidad o el cambio de un modelo de gobierno que ha tenido que enfrentar una aguda crisis de seguridad, desempleo, desconfianza institucional y deterioro económico.

En ese contexto, el reciente debate presidencial entre las dos candidaturas finalistas se presentaba como una oportunidad para ofrecer respuestas claras a los votantes aún indecisos. Sin embargo, el resultado fue otro.  Luisa González, candidata de la Revolución Ciudadana, optó por distanciarse del gobierno de Daniel Noboa, al que acusó de incumplimientos, corrupción, machismo y abandono de los sectores populares. Su discurso fue frontal, emotivo, y dirigido a canalizar el malestar de quienes sienten que el país ha ido a la deriva. En contraste, Noboa defendió su gestión sin confrontar con contundencia, recurriendo a una narrativa basada en descalificaciones hacia su contrincante, vinculándola con casos judiciales, redes de corrupción y supuestos nexos con el narcotráfico.

La escasa profundidad en las propuestas y el tono confrontativo de ambos candidatos generaron la percepción de que el debate no movió la aguja de la intención de voto de forma significativa. No obstante, el verdadero impacto radica en las conversaciones que se generan después: en la sobremesa familiar, en los chats de amigos, en los espacios de trabajo y en las discusiones entre vecinos. Es en esos entornos, donde la agenda pública permea lo cotidiano, que se van decantando posturas, dudas y preferencias. Y es allí donde el debate sí sembró temas que hoy ocupan titulares y abren discusiones necesarias.

El resultado del 13 de abril sigue siendo incierto. Lo que sí parece claro es que no será una sola herramienta —ni una sola noche de televisión— la que defina el rumbo electoral. El debate fue apenas una chispa en una contienda que ahora se disputa en la arena de lo simbólico. Es allí, en esos pequeños espacios de deliberación cotidiana, donde el postdebate sigue haciendo su trabajo silencioso, pero potencialmente decisivo.

REM

REDACCION EL MERCURIO

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