En la discusión diaria de los problemas de una empresa o instancia pública, siempre nos enfrentamos a varias formas de pensar, estereotipos, paradigmas, sabiendo que existen varios caminos para superar los problemas cuando existen criterios dispares, incompatibilidades, o falta de consensos.
El tiempo y las circunstancias de la vida empresarial y pública han demostrado que la base de la mejora en las decisiones se fundamenta en el buen funcionamiento del raciocinio, sus acciones globales, principios, cultura y el correcto entendimiento de la “Escala de Valores” (EV) que tienen las personas. Sobre este tema, el conocido investigador alemán Eduard Spranger, formuló una didáctica clasificación de (EV): el hombre “religioso”, reconocido por su tendencia al misticismo; el “teórico” buscador de la verdad y conocimiento, investigador por excelencia, autodenominado intelectual; el “económico” orientado a lo útil, busca acumulación de riqueza y privilegia el mundo de los negocios; el “estético” que da preponderancia a la armonía y forma; el “político” que se esfuerza por llegar al pináculo de una organización entendiendo su motivación al poder, al logro o la afiliación; el “social” que otorga prioridad a la gente; y aquel que cuando no tienen fuerza sus argumentos cae en la mediocridad y la bajeza
La noción de (EV), ayuda a comprender cuáles valores son los que prevalecen en nuestra personalidad, midiendo esos rasgos como manifestaciones del comportamiento; luego, nos hace reflexionar sobre los que poseen las personas que nos rodean con quienes convivimos en el día a día, o la relación entre gobernantes y gobernados. Pero lo más importante de este entendimiento, es que nos debería hacer más tolerantes para evaluar las diferencias de criterio con los demás.
En estos días el país vive circunstancias difíciles. Inevitablemente tenemos que referirnos a la política. Siendo testigos del debate del domingo pasado en el cual la candidata Luisa González, con una furia inusitada muy bien entrenada por algunas personas que los ciudadanos no saben exactamente quienes son, pero por el estilo de la agresividad las señales apuntarían a los prófugos Vinicio y Fernando Alvarado, Rafael Correa, y al español Fernando Casado, el del moño, asesor de Maduro y residente en el Ecuador desde hace tiempo, un mercenario a quien poco le importa los métodos con tal de ganar las elecciones.
Tocar a la familia, a los niños inocentes de las realidades que pueden haber vivido los padres, demuestra que la escala de valores de este tipo de gente es reducida, o mejor dicho no existe. Si el fin justifica los medios como decía Maquiavelo, esta forma de tratar de ganar votos es absolutamente deleznable, por la violación de todos los códigos de ética que deberían marcar el comportamiento de los seres honorables. Estas actitudes, más una sarta de calumnias utilizadas por la candidata del correísmo, pasarán su factura el día de las elecciones. Necesitamos superar la mediocridad para que nuestro país pueda salir de los problemas heredados por el presidente Noboa, quien, en una tarea titánica, se ha puesto el Ecuador al hombro. (O)