Seguramente usted estará pensando que hoy, 1 de septiembre, es un día común y corriente. Nada fuera de lo común, salvo que hoy celebramos la creación. ¿Del mundo? ¡Qué va! Del cosmos, del universo.
¿Y hace cuanto ocurrió? Pues depende a quien le pregunte. Pudo ocurrir en el 5783 A.C. según el calendario hebreo; o en el 5698 A.C según el emperador Marco Aurelio de Roma; o el 25 de marzo de año 5493 A.C. según los asesores de Alejandro Magno (sí, con día y todo). Claro, las discrepancias surgen por la forma de hacer los cálculos, mismos que tomaban como referencia el diluvio universal, el éxodo judío, la construcción del templo de Salomón y los libros de la biblia. La evidencia científica, como podrá observar, estuvo siempre a la orden del día.
Así que los 1700 años (poco más o menos) de desajuste se explica porque nadie sabía que texto mismo utilizar, a los cronistas se les olvidó anotar la edad de los distintos patriarcas, desde el pobre Adán y el asunto escabroso de la manzana, hasta Terah, el papá de Abraham. Y Y luego porque los amigos que tradujeron los textos griegos al latín (la Vulgata), sabían traducir, pero no sabían contar, entre otros problemas menores.
Lo bueno es que finalmente se pusieron de acuerdo, el famoso “Hágase la luz” ocurrió en el año 5509 A. C según el calendario bizantino. Y sí, un 1 de septiembre, además, con fecha y todo. Esta es la fecha oficial de la creación según la iglesia ortodoxa y desde el 2015 según la Iglesia Católica, cuando el Papa Francisco, no se puede uno quedar atrás, lo incorporó también al calendario.
Y si bien es cierto que la ciencia moderna va llegando a la conclusión de que la Tierra en realidad tiene algo más de 4.500 millones de años de edad, y de que el cosmos no tuvo un principio, esta fecha sirve para reflexionar. Para pensar que el tiempo es un dato relativo que usamos para poner un poco de orden en el caos. Una noción abstracta que deja dos grandes enseñanzas: ¡Hoy estamos aquí!… mañana, quién sabe. (O)
