Tiene alguna relación la cultura y la salud. Absolutamente, aunque no estamos acostumbrados a ver las complejas relaciones entre los diversos ámbitos que conforman la vida humana, muy seguramente gracias a una hiperespecialización fragmentaria del conocimiento técnico. Para empezar, tendríamos que reconocer que la semiósfera, ese universo simbólico que ordena la realidad, está articulado en las comprensiones históricas de determinados fenómenos. Uno de ellos sin suda es el concepto de enfermedad, que contiene diversas posibilidades de análisis de acuerdo con el contexto y el entorno histórico cultural en el que se ha desarrollado, pero una que destaca, es aquella que mira cómo se han ido estructurando las condiciones del poder y de la hegemonía de una ciencia y de una técnica necesariamente funcionales a las formas de reproducción social. Esa ciencia y esta técnica correspondiente, en nuestro caso la ciencia de la salud, parecería desprovista de las herramientas conceptuales para cuestionar el orden del cual proviene, a menos que el propio movimiento del pensamiento cuestione sus propios fundamentos epistémicos y reconozca, tejiendo puentes con la cultura en su sentido más amplio, que ese cuestionamiento también corresponde a un cuestionamiento del poder. (O)
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