Seis dólares al sueldo básico incrementó el gobierno para este año, después de varias fallidas reuniones entre empleadores y trabajadores, que jamás logran consensos. Alcanza así cuatrocientos dólares frente a los 715,10 de la canasta familiar.
Para anunciarlo el ministro del Trabajo apareció satisfecho ante la prensa porque “esto logra reducir la pobreza”. Añadió que la idea es “mejorar el poder adquisitivo de los trabajadores y aumentar la productividad, a fin de que crezca el consumo de bienes y servicios”. ¡Con seis dólares más al mes, que ni siquiera es para todos, imposible!.
Antes que originar esperanzas y acercamientos, como debería ser, este mecanismo distancia los sectores interesados, por manejarlo distorcionadamente. Los unos que aspiran a 20 dólares, los otros sin ofrecer nada o a lo mucho 3,30 según la inflación, cuando hay diferentes factores que inciden en el costo de la vida.
Desde tiempo atrás el sistema y la fórmula de cálculo no satisfacen a nadie. Debemos cambiarlos entonces, caso contrario es preferible suprimirlos, buscar alternativas o dejar al acuerdo entre las partes, bajo estándares de rendimiento y disponibilidad. Igual que los contratos colectivos pues las responsabilidades son esencialmente individuales.
Aspiraciones salariales ni de cualquier índole vendrán desde fuera; los trabajadores debemos ganárnoslas con esfuerzo, dedicación, empeño, preparación, búsqueda constante de oportunidades incluyendo los emprendimientos. La tan decantadas estabilidad laboral por ejemplo, frena con frecuencia la superación, convirtiendo a muchos en conformistas por recibir poco pero constante.
Coincido por tanto con los organismos empresariales, respecto a la necesidad de aprobar las reformas laborales, que faciliten la contratación, lógicamente respetando la normativa legal. (O)