Según el ocultismo iniciático la persona busca el conocimiento, pero sólo éste escoge y le entrega ese bien preciado, invaluable, invalorable, más costoso y valioso que el oro y que permite ver las cosas en su real contenido, quita la ceguedad acumulada durante centurias y consiente percibir el mundo en su realidad, en un contexto general y sin la tira de la mentira en los ojos para ver diferente a como nos moldearon o enseñaron, equivocadamente, desde niños.
Dos mil años atrás uno de los cristos más conocidos, Jesús, decía, en declaraciones que la Biblia no registra: “De mil que saben de mí, 100 me escuchan; de 100 que me escuchan, 10 me siguen; de 10 que me siguen ¡uno es mío!”. Daba a entender que por más que se ofrecía y comunicaba, la gente no aprovechaba. Si ayer fue así, imaginemos cómo será ahora con tanta cosa baladí que espiritualmente no contribuye a nada que no sea el consumismo feroz y el materialismo inacabable incesante. Ambos factores van de la mano; a falta de uno, el otro complementa y solo nosotros somos los que determinamos cuál es el que gane en una disputa perenne que solo terminará cuando cada uno llegue a la consagración, o antes, a la muerte material para en la próxima vida nuevamente volver a lo mismo y así…, tal cual decía otro cristo, Buda, integrados de lleno en el inacabable girar de la Rueda de Sanzara.
No está por demás indicar que el conocimiento vive con el humano desde hace millones de años, casi desde su instauración, y uno de sus voceros y dirigente iniciático estará en Cuenca a dictar conferencias únicas desde el 23 al 25 de este mes en La Casa de la Lira, en el Vado, en un congreso para sus miembros y también una conferencia pública, para aquellos que no lo son pero se interesen en asistir y enterarse de cosas nuevas y pericias internas no explotadas que han estado en nosotros siempre pero que no las hemos usado por desidia o desconocimiento, pero serán común en la próxima humanidad en el inicio de una nueva y cercana Edad de Oro. (O)