Tras la consulta del 16 de noviembre, persiste una notable ausencia de lineamientos claros sobre la estrategia de crecimiento que el Gobierno plantea para el país. Más allá de los anuncios coyunturales, no existe una comunicación articulada sobre las rutas posibles para enfrentar los desafíos estructurales ni aprovechar las oportunidades que ofrece el contexto global. Ecuador no ha logrado capitalizar plenamente las tecnologías emergentes para modernizar sus procesos productivos, diversificar su estructura económica ni insertarse en sectores de mayor complejidad, como sí lo han hecho otros países de la región. En la actualidad, cualquier política de crecimiento sostenible requiere una apuesta decidida por la innovación, la adopción tecnológica y la construcción de capacidades para “aprender a aprender”, es decir, para identificar, adaptar y difundir tecnologías que aumenten la productividad. Esto implica fortalecer el aprendizaje continuo, promover la investigación aplicada y un entorno institucional que soporte la empresarialidad transformacional.

 En este contexto, la colaboración entre el Gobierno, el sector privado y el sistema educativo es fundamental. Solo mediante alianzas público–privadas, estrategias coordinadas de innovación y políticas orientadas al fortalecimiento de ecosistemas de aprendizaje será posible dinamizar sectores estratégicos —como agricultura, minería responsable, energías limpias, servicios digitales o manufacturas avanzadas— e impulsar nuevas ventajas comparativas. Ecuador necesita una visión de largo plazo que conecte tecnología, talento e institucionalidad. Sin ese triángulo virtuoso, el país continuará rezagado frente a una realidad internacional que avanza con rapidez.  (O)