Al igual que en todas las especies animales, la humana tiene un ciclo vital, que en la nuestra culmina en la vejez. La avanzada edad, en las diferentes culturas, ha sido tradicionalmente valorada al encontrar cualidades en el ordenamiento social. En la nuestra, en los últimos tiempos, los términos viejo vejez y ancianidad han adquirido un sentido peyorativo, lo que ha llevado a que legalmente se apliquen otros términos como tercera edad o adultos mayores que, conforme a normas de seguridad social, sus integrantes cuentan con un tratamiento calificado de privilegiado, aceptado mayoritariamente y cuestionada por algunos. Avances médicos han incrementado notablemente al número de ciudadanos de este tipo.
En estos últimos tiempos en los que impera la pandemia, la edad adulta hace cada vez más noticia ya que se considera vulnerable por razones de salud ante la incierta agresividad del COVID-19. La aparición de las vacunas y limitaciones en la colectividad ha llevado a que los integrantes de la tercera edad tengan un trato prioritario en su administración, lo que es coherente con la mentalidad contemporánea. Debido a limitaciones en el sistema –a veces explicables otras no- ha hecho que se informe con énfasis en frustraciones de adultos mayores que no han podido acceder a la vacunación, pese a las promesas oficiales.
Emitir juicios de valor y calificativos en términos inmediatos, no es del todo prudente. Lo sensato es esperare que transcurra algún tiempo para que los criterios se consoliden, dejando atrás al negativo afán de buscar “perversos” y agredirlos. Se trata de un fenómeno mundial y hechos como los que comentamos han tenido dificultades en todos los Estados ricos y pobres. La eficiencia y agilidad en la administración de vacunas varía de país a país, pero vale la pena que haya prudencia en anuncios oficiales considerando la inseguridad en la llegada de vacunas y sistemas de organización, sin negar que, como en todo, no faltan” avivatos” que se deleitan quebrantando normas para tener un trato preferencial.
