Tal parecería que el centralismo, antiguo vicio de la política, ha dejado de ser esa inconfesa rapacidad de los pasillos ministeriales, para convertirse en una política de Estado, abierta y arbitraria que pretende cargar sobre los hombros de los gobiernos territoriales las consecuencias de la tremenda ineficiencia estatal, perdida en los apetitos políticos, que calcula …











