El Obispo Jean de Saint-Denis, en de Souzenelle, sostiene que “lo visible se conoce a partir de lo invisible y lo invisible a partir de los símbolos que son las cosas visibles” (1991, pág. 17); los mitos cuentan, narran, son la base de la oralidad en que camina la historia y se funde, muchas veces, con la fantasía (exaltando, idealizando); los misterios son, por otro lado, la llave del significado oculto, visible solo para los ojos del iniciado; constituyen la semilla del conocimiento que se guarda y transmite envuelta en el relato mágico que la cobija. La tradición judaica recoge el símbolo del pesah en la pascua, pesah de paso, paso de cambio; el cambio de estación que provocó, en un momento primario, la migración estacional de las hordas primitivas que, en función de las estaciones mudaban su campamento para asegurar su supervivencia. Con el tiempo, las comunidades desarrollan estructuras que les permiten sostener el asentamiento y olvidar la migración, pero establecen ritos, rituales, tradiciones y otras formas de conmemoración y recuerdo, formas a las que revisten de nuevos contenidos para transmitir contenidos trascendentes. La Pascua simboliza el paso, el cambio; en la tradición Judo-Cristiana el paso hacia la libertad, la libertad del cuerpo, de la mente, del espíritu; presos de la ignorancia y los vicios. Moisés es el libertador, pero, más allá del mito de las plagas, subyace el misterio del paso, el paso a la libertad, paso que parte de entender la esclavitud de dos pueblos subyugados por …







