Su majestad: la publicidad

David G. Samaniego Torres

“A mí me pasa lo mismo que a usted, me siento solo lo mismo que usted…”, de Tito Rodríguez. Cuando estos renglones empiecen a ser leídos espero sentirme no tan solo; confío reforzar mis percepciones y justificar mis asertos; entonces basta de introducciones y… al grano.

Algo que no debiera mencionar: me place gastar algo de mi muchísimo tiempo libre mirando en televisión El Mentalista y también Walker Texas Ranger. No debiese mencionar porque alguien puede pensar que hago publicidad de estos programas, pero necesito hacerlo, porque son dos ejemplos que hablan por sí solos. Si llegan a verlos me darán la razón sobre el uso y abuso de la publicidad de ciertos productos.

Algunos detalles:  cada espacio publicitario dura entre dos y más minutos; en una hora de programación hay demasiados espacios solamente para propaganda; la publicidad es dramatizada con imágenes que buscan insistir en la bondad de los productos que se promocionan. Por ejemplo, si un producto cuesta treinta dólares, dos cuestan la mitad. Este suplicio para quienes gustamos de ciertos programas televisivos se lo padece en las mañanas y también en las tardes y noches.

Confieso que lo narrado me tiene perplejo, me siento mal ante estas estrategias publicitarias. Si bien cada uno de nosotros tiene su propia apreciación de lo narrado, me permito darles a conocer mis inquietudes y perplejidades; no juzgo, me cuestiono.

-Me gustaría conocer si es ético armar estrategias publicitarias con la dramatización insistente de la bondad de un producto determinado para sanar dolencias de diversos géneros.

-¿Es correcto que la salud de una persona esté expuesta a las consecuencias del poder de convencimiento de un spot publicitario?

-Un interrogante más, el mayor a mi modo de ver. Siendo el cuidado de la salud de la población una de las obligaciones de mayor importancia del gobierno nacional, la publicidad a la que me he referido esta vez, ¿cuenta con los debidos avales de la autoridad pertinente?

Concluyo: la publicidad a la que me refiero es insistente, busca convencer. Alguna vez estuve para adquirir los productos que se publicitan porque coincidían con mis requerimientos, pero la carencia de certificación de autoridad competente, para asegurarme su bondad y validez, me lo impidió.

Pienso que las medicinas que se promocionan deben contar con las autorizaciones pertinentes. Si estoy equivocado, díganmelo para rectificar, ¿qué opina usted? (O)

Dr. David Samaniego

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Fundador de Ecomundo, Ecotec y Universidad Espíritu Santo en Guayaquil. Exprofesor del Liceo Naval y Universidad Laica (Guayaquil), Rector del colegio Spellman (Quito) y del colegio Cristóbal Colón (Guayaquil).

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