Parece que vivimos en el país del sin sentido.
Lo que pasa como consecuencia del “paro” convocado por la CONAIE es una barbaridad. Muchos dirán, que porqué nos admiramos, que no es la primera vez que estamos en una situación así.
Pero es que si no nos afecta, si normalizamos la estulticia estamos condenados.
No sé a ustedes, pero a mí me indigna que algunos cientos alteren la vida de millones.
Hay quienes dicen que la CONAIE tiene derecho a protestar, que el gobierno ha hecho uso abusivo de la fuerza, que no se puede criminalizar la protesta social.
Con lo último estoy de acuerdo, pero la protesta social tiene que sustentarse con argumentos sólidos. Una muestra, la marcha por el agua en Cuenca el 16 de septiembre, más de cien mil personas, sin violencia, ni desmanes, con los rostros visibles, porque cuando se tiene la razón no hace falta la fuerza.
Lo que pasa en algunas carreteras del país, en provincias como Imbabura, en dónde no se puede circular ni trabajar en paz desde hace varios días, o en Cañar en dónde se atacó con palos y piedras la caravana presidencial, no se puede justificar ni es protesta social, es cuando menos vandalismo, agresión a los pares, al gobernante y a los bienes públicos.
No vamos a comulgar con ruedas de molino, las exigencias de los que atentan contra la tranquilidad de todos, no buscan el bien común. (O)