Trasfondo de una amenaza

La amenaza criminal en contra del director de la cárcel de Turi, en Cuenca, debe asimilarse en toda su magnitud.

No da lugar a interpretaciones sencillas, peor a elucubraciones ni a sospechas generadas por el pánico momentáneo.

Haber llegado, como dan cuenta las primeras investigaciones realizadas por la Policía, más de quince delincuentes, hacer disparos a diestra y siniestra, dejar explosivos en la puerta de la vivienda, además de un peluche cercenado la cabeza y un escrito atrabiliario, lo expresa todo. Descubre de cuerpo entero hasta dónde es capaz de llegar el crimen organizado, con tentáculos en todo lado, dispuesto a defender sus acciones criminales, capaces, incluso, de enfrentarse hasta con el mismo Estado.

La vida del funcionario está en peligro. Posiblemente la de sus familiares; igual la de los guías penitenciarios, y, quien sabe, de alguien más.

Habrá recibido extrema seguridad. Hay ejemplos espeluznantes, tristes, de cuando eso no ocurre o se la otorga a medias. Algunos directores de otras cárceles fueron asesinados.

Ese no debe ser el desenlace para el del reclusorio de Turi, hasta donde fueron trasladados decenas de detenidos en el de Machala, escenario, en estas últimas semanas, de masacres entre reclusos.

Pero la amenaza criminal también refleja no solo destellos, sino señales categóricas de la inseguridad en Cuenca. Es momento de dejar a un lado cierto romanticismo, creyendo que aquí no pasa nada, o si algo pasa, es algo esporádico o un simple ajuste de cuentas entre bandas delictivas rivales.

La de Turi no es una cárcel regional. Es como todas las del país. Allí están delincuentes de toda gama. El tejido social de la ciudad tampoco es de lo “divino”; pues hay de todo, con más fuerza en estos tiempos de zozobra, y basta con que un poco de ese todo sea parte del mal para no “dormirse en los laureles”. 

¿Lo asimilan así las autoridades? Si no es así, ¿cómo lo asimilan?

REM

REM

REDACCION EL MERCURIO
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