Discrecionalidad y concentración de poder deben ser consideradas “malas palabras” en todo Gobierno, si el eje de la gestión es luchar en contra de la corrupción cuyos tentáculos atrapan por igual sin importar si se es rico, pobre, de apellido rimbombante o común y corriente; tampoco mira rangos sociales, posiciones políticas, religiosas, ni grados académicos. …











