La triste realidad de Venezuela

Hernán Abad Rodas

Chávez y Maduro, con el respaldo del gobierno cubano y los mandatarios latinoamericanos supuestamente de izquierda y protagonistas de una generalizada corrupción, han hundido a VENEZUELA y le han conducido al peor momento de su historia.

En Venezuela se vive una dictadura, que ha conculcado los derechos de la gente, a excepción de los que disfrutan del poder. Desbarató el sistema productivo, condujo a la insolvencia de las empresas y casi liquidó al boyante sector petrolero.

Maduro eliminó todas las libertades, persiguió al periodismo, partidos políticos, universidades Y gremios. Ha sumido en el hambre y la miseria a su gente, que no puede vivir con un salario equivalente a 5 dólares y con una moneda que se pulveriza día a día.

La triste realidad de Venezuela, es que la revolución bolivariana liquidó a su economía. Luego de ser uno de los países más ricos de la región, con las mayores reservas petroleras del mundo, hoy tiene los peores indicadores, con la más alta inflación del planeta.

Por toda esta triste e inocultable realidad, el pueblo venezolano dio las espaldas con su ausencia en las últimas elecciones a las que supuestos “observadores internacionales,” entre ellos, el expresidente ecuatoriano Correa, Alías el capo bolivariano, sentenciado por corrupción y prófugo de la justicia avalaron con su presencia.

Compatriotas, ¿el Ecuador está a las puertas de elecciones presidenciales, acaso quieren con su voto elegir a quienes patrocinan este desastre político, económico y social?, un modelo castro chavista que logró la igualdad de sus pueblos, pero en la miseria, no en la prosperidad. Si eso quieren, no se quejen luego.

Por ello es importante que en las próximas elecciones que se avecinan, sufraguen libremente, pero ejerciendo un voto informado y responsable: no caigan nuevamente engañados por los supuestos revolucionarios, que, para mí, no son más que una banda de pillos que viven encubiertos con la aureola de la viveza criolla, obnubilados por el poder y el dinero fácil.

¡No más autoritarismos, no puede volver el cínico del ático! (O)