Guardianes de la democracia

Edgar Pesántez Torres

En mayor reto en tiempos de relativa paz política debe ser educar a la gente para que sean buenos ciudadanos y aprendan a vivir en democracia. Desde cuando principié a vislumbrar la estructura de la sociedad, las actividades políticas que conducían al poder y los diferentes sistemas que vivían los países con regímenes capitalistas, comunistas, socialistas, populistas socialdemócratas o dictatoriales, discurría por aquello que decían los grandes líderes de la humanidad: la democracia es el mejor sistema de los pueblos.

La primera inquietud que surge es encontrar la definición que satisfaga los intereses de unos y de otros, entonces hay establecer qué cosa se espera de la democracia. Para tal propósito, lo primero es comenzar por el significado de su etimología, de sus raíces. Con elementales conocimientos del griego se resolverá el dilema: kratos = poder, demos = pueblo, con lo que a palo seco se explica el nombre. Ahora bien; el problema es más complejo: resolver para qué está presente en la sociedad.
Las disquisiciones no son sólo para los politólogos, pues todo ciudadano debe tener un conocimiento al menos somero sobre los ideales y los hechos de la democracia. La noción de democracia social surgió con el francés A. Tocqueville, cuando descubrió en la democracia estadounidense una sociedad caracterizada por la igualdad de condiciones y guiada preponderantemente por un espíritu igualitario, que reflejaba la ausencia de un pasado feudal. Pensaba que esta democracia no es lo contrario de un régimen opresor, tirano, déspota y ególatra, sino de aristocracia: una estructura social horizontal que sustituye a una estructura social vertical.

Es el americano J. Bryce quien mejor representa a la democracia como un ‘ethos’, es decir, un modo de vivir y convivir. Para él la democracia es principalmente un concepto político que revela una sociedad cuyo ‘ethos’ exige a sus propios miembros verse y tratarse como iguales. Pensaba que la democracia estadounidense se definía por una ‘igualdad de estima’, por un ‘ethos’ igualitario que se resuelve en el valor igual con el que las personas se reconocen unas con las otras.
Sobre cualquier premisa teórica, la democracia se sustenta en el poder de elegir, de ser limitado y de la alternancia. Para este sustento hay que emprender en la educación, forjando ciudadanos de cultura política, que sean guardianes de la democracia y no cretinizados por marrulleros que tanto daño han hecho a la humanidad. (O)