Recuerdos del Tren del Sur

Tito Astudillo y A.

Cursaba estudios universitarios y formaba parte del grupo teatral Yurag, década del 70; teníamos un repertorio misceláneo con Trincheras de papel, Farsa y Justicia del Corregidor, Réquiem por la lluvia, entre otras; nuestras presentaciones eran exitosas y  fuimos invitados a  la inauguración de Extensión Universitaria en Ingapirca. Allá fuimos.

 Pero sucedió lo inaudito y un retorno precipitado. Nunca faltan los despistados y en esta ocasión, dedicándose a dar peroratas a los campesinos provocando un hostigamiento a los brigadistas, que no entendían por qué, si tenían la anuencia de la gente y de las autoridades. La noticia se propagó con la consiguiente alarma y la defensa inmediata, con el Párroco a la cabeza, porque conocía las intenciones reales de los estudiantes: acercar la Universidad a los sectores populares a través de servicios asistenciales: médico y odontológico, educación para la salud, asesoramiento técnico, cultura, deportes y recreación.

Pero lo lindo, de todo este episodio, fue el viaje de regreso en el Tren del Sur. Ya no era en auto ferro, era un tren de verdad con una fila interminable de oscuros vagones llenos de carga y pasajeros; fuimos embarcados, la mayoría en la parrilla, para un desahogo con cantos y consignas: “Porque ésta es la consigna/Rumbala, rumbala, rumbalá/…que nos dio la Pasionaria/ Ay Carmela. Ay Carmela…”. Y así, bajo un cielo radiante e inusual paisaje crepuscular entre nubes, colinas, rebaños, retamas, ríos, capulíes y sauzales, arribamos a la estación ferroviaria de Gapal. Era el Tren del Sur, Sibambe Cuenca, aún presente en el imaginario austral. (O)