Socializar, ¿qué? ¿cómo? ¿con quién?

Dícese que la socialización “es un determinado proceso en el cual un individuo, relacionándose con otros, aprende y desarrolla una serie de capacidades para conseguir una participación exitosa dentro de la sociedad”.

Aquella palabra ha sido adaptada para que un proyecto, como el extractivista por ejemplo; la construcción de una obra, la propuesta de una ley o la reforma de otra, de una ordenanza municipal o provincial, sean socializados entre todos los potenciales beneficiarios e incluso afectados.

Lo que se trata es de informar, y, como en todo proceso comunicativo, de retroalimentarse con la opinión, las objeciones, pedido de más información, que exponga el conglomerado al que se le explica.

Se sobrentiende que la socialización no es vertical, peor a medias, para dividir, tampoco a la ligera; y, mucho peor, si la propuesta o proyecto son presentados por mandos medios; y si lo expuesto no es íntegro, sino teoría, esbozos.

¿Qué está pasando en Cuenca, y en otras ciudades, con la famosa socialización de proyectos de obras, de ordenanzas?

La dolorosa experiencia por la construcción de la ruta tranviaria, precisamente porque nunca se informó la realidad, debe ser suficiente para que la autoridad asuma con responsabilidad aquello de socializar, y la ciudadanía de exigir que sea transparente.

En estos días, la construcción de ciclovías y una ordenanza sancionatoria sin el sentido de la proporcionalidad, como muchos lo advierten, tienen en vilo a la ciudad.

Todo apunta a que, en ambos casos, falló aquella metodología melosa pero poco práctica. No ha de ser que el vecindario, en el primer caso, reclama de adrede.

Tampoco, en el segundo caso, que profesionales y potenciales afectados pidan rectificaciones porque se les viene en gana. Hasta exconcejales expresan que en la ordenanza la administración municipal puso primero la carreta, luego a los caballos.

Conviene también socializar casa adentro el descontento ciudadano y el llamado a rectificar.

Esto sí es posible, siempre que haya espíritu democrático y no esa especie de endiosamiento que suele afectar a los detentadores pasajeros del poder.