Desidia y negligencia

Bridget Gibbs Andrade CON SABOR A MORALEJA

Las personas que generosamente leen mis columnas deben estar familiarizadas con mi afecto hacia la naturaleza. Me estremece ver videos o fotos en los que negligentemente es ignorada o destruida, y más aún, cuando lo constato en persona. Aquella que embellece nuestro entorno con paisajes de ensueño sin pedir nada a cambio, no merece ser descuidada.

Vivo cerca del megaparque Tarqui-Guzho donde suelo caminar. Desde las inundaciones de mayo, aún persisten riberas destrozadas como si alguien hubiera sacado con cucharas gigantes pedazos de tierra. Frente a la caminera que desapareció por la furia del agua y que fue reconstruida unos metros tierra adentro, yace un muro de contención, partido a la mitad, esperando que lo remuevan y limpien el lugar. Telarañas de fundas plásticas cuelgan sombríamente de los árboles creando una escenografía lúgubre y tenebrosa. Ni qué decir de la basura atrapada en las raíces que está al alcance de la mano y que los trabajadores de la EMAC no recogen. Es un panorama sucio y desolador.

Algunas camineras permanecen deterioradas. Caminar por ellas resulta incómodo y peligroso pues el agua, al retirarse, dejó abras profundas, desniveles, baches y muchas piedras por lo que la caminata otrora agradable se torna intransitable. He visto a personas salvarse de torcerse un tobillo, niños que pedalean con dificultad sus triciclos o bicicletas, gente que trota y a riesgo de tropezarse sortea todos estos inconvenientes. El puente principal del parque, aquel que sufrió ese latigazo impresionante, sigue allí, chueco y malherido, sin visos de que le practiquen los primeros auxilios.

Casi son tres meses de las dantescas inundaciones. Señores de la EMAC, abandonen la desidia y adecenten este y los demás parques. No basta sólo con cortar el césped. Ni qué mencionar al Jardín Botánico al que he visitado en tres ocasiones, y las tres, he sufrido decepciones. Parece una fanesca inapetente de plantas. Si tuvieran el mismo empeño que dedican en tomarse fotos y subirlas junto a propagandas en redes sociales, en trabajar por conservar el cinturón verde de la ciudad, no habría lugar a reclamos.

Sin ánimo de polemizar, me permito una sugerencia para la gerencia: menos selfies, menos protagonismo y más resultados. Sí, más resultados. Y la misma va para los ediles y su representante. (O)