Ciudad

Catalina Sojos

Aprovechamos una escapada al centro de la ciudad y recorrimos sus calles al atardecer; nos hemos quedado absortos con su belleza, la amabilidad de su gente y un ambiente cosmopolita que no conocíamos. En la esquina de la catedral vieja un muchachito tocaba el violín, como en cualquier otra ciudad europea, dentro de la iglesia el coro de mujeres “Cantahuarmi” concluía su presentación en medio de aplausos, al otro extremo, en la biblioteca Municipal el grupo PEN apadrinaba a Fabián Guerrero y su magnífico poemario “Frágil como es” y, en medio de todo ello, los restaurantes repletos de gente, un show de títeres en otra esquina y demás maravillas. Entramos a una librería, escogimos tres libros, tomamos un cafecito, absortos por la belleza y volvimos a la montaña con esa sensación maravillosa de que Cuenca, nuestra ciudad amada, sigue viva, más hermosa que nunca. En esta ocasión no hablamos del tráfico, la delincuencia y demás barbaridades, nos quedamos con el sabor de un centro histórico mágico, lleno de gente trabajadora que no ha perdido identidad (con unas artesanías casi perfectas) que restaura sus casas, convierte en oro el polvo y celebra la vida, no sólo en Abril y sus fiestas. ¡Que viva Cuenca, caramba! (O)