Humanicemos nuestro pensamiento

En un régimen democrático, los dirigentes políticos y sociales deben obtener la cooperación de los conciudadanos, convenciéndolos racionalmente de que las medidas políticas y económicas que proponen son acertadas, y deben desarrollar este diálogo racional con todas las clases sociales, a baja temperatura emocional, y no recurriendo a la amenaza, o invitando a la confrontación.

El mundo en general, y nuestro país en particular, viven sumidos en una profunda crisis económica, política, y de valores humanos, donde el criterio de rentabilidad ha sustituido al de ética, dignidad y moral; razón por la cual es urgente comenzar a humanizar nuestro pensamiento, mediante la puesta en práctica de un espíritu razonable que elimine la violencia verbal, las amenazas y los atentados contra la integridad física y psicológica de todo ser humano. Responsabilidad histórica que pesa más sobre los gobiernos a los que se les ha encomendado la delicada misión de guiar a la humanidad en general y a sus pueblos en particular por los caminos de la democracia, la verdad, la ética y la moral.

Emprendamos el rescate de la conversación y el diálogo razonables; instrumentos indispensables para la resolución pacífica de nuestras controversias.

El arte de la conversación se está perdiendo, debido al ritmo de la vida comercial, de los intereses particulares, nacionales, o políticos y, en el plano doméstico, por la gran influencia de la televisión.

Por mucho peso e importancia que tenga el tema, aunque signifique reflexiones sobre el triste cambio o el estado de caos de la patria, el naufragio de la misma civilización bajo la corriente de alocadas ideas políticas, muchas de ellas autodenominadas “revolucionarias”, que privan al hombre de la libertad, dignidad y hasta de la meta de la felicidad humanas; o aunque comprenda conmovedoras cuestiones de verdad o justicia, todas la ideas deben expresarse despacio dentro de un marco auténticamente democrático y de respeto mutuo.

La condición primordial de una verdadera conversación, es que podamos ventilar nuestras opiniones con calma, en la intimidad de una habitación, con buenos amigos que estén dispuestos a abrirnos sus corazones.

Personalmente me aparto de las personas que consideran que la insolencia es valentía, la flexibilidad una cobardía, la verborrea sabiduría y el silencio ignorancia; así como de aquellas que están a un milímetro por encima del mono, o a un centímetro por debajo del cerdo, ya sea en el ámbito político, público o privado.

Las naciones gobernadas por estadistas democráticos viven en paz; el espíritu razonable hace frente a los problemas; humaniza todo nuestro pensamiento, y nos hace estar MENOS SEGUROS de que siempre estamos en lo correcto, tiende a reordenar nuestras ideas, y a atenuar los ángulos de nuestra conducta. (O)