El agua de Cuenca

Andrés Martínez Moscoso

A finales del siglo XVIII, Adam Smith discutió en su obra “La riqueza de las naciones”, la ya famosa paradoja del valor o “del diamante y del agua”. Explicó que los diamantes tienen poco valor de uso, pero un enorme valor de cambio ilimitado. Mientras que el agua, tiene un enorme valor de uso, pero su valor de cambio es limitado.

Frente a ello podemos reflexionar que existen recursos, como el caso del agua que simplemente damos por sentado su disponibilidad, y no pensamos en si acaso estamos realizando una gestión sostenible del recurso.

Si bien es cierto, Cuenca se ha caracterizado por un interesante modelo de gestión público municipal, cada década surge el debate acerca de si acaso las tarifas por el servicio permiten una sostenibilidad económica, y si estamos haciendo un uso responsable del recurso.

Usualmente este tipo de debates se platean al inicio de las Administraciones Municipales, ya que una posible elevación de las tarifas puede ser catalogada como un “alto costo político”. No obstante, no sólo se trata solo del tema tarifario y económico, respectivamente, deberíamos debatir acerca de los usos que hacemos del agua, y cómo generar un cambio de hábitos que permita que disminuyamos nuestro consumo actual, que bordea los 250 litros de agua por habitante, día (l/d).

Para generar un debate de altura, se debería activar la triple hélice: sector público (alcalde, concejales, gestores públicos); sector privado (gremios, cámaras, etc.), y el tercer sector (academia, ONG, etc.).

Quienes cada uno desde su perspectiva, con datos y experticia, podrían discutir un modelo sostenible, pensando en la conservación de las cuencas (Yanuncay y Tomebamba), replicando modelos de conservación (Machángara), planteando tarifas actuales y que permitan la garantía del servicio y la inversión en infraestructura, para lo cual se debería usar los resultados de las investigaciones previas (Departamento de Recursos Hídricos y Ciencias Ambientales, UCUENCA) realizadas en el sector. (O)