OPINIÓN|
Y así, con temor, incertidumbre y ansias vemos pasar los días jugando a ser intérpretes y prestidigitadores del mañana, intentando encontrar espacios que nos den luces y señales relacionadas con los caminos que nos toquen transitar pues, a ciencia cierta al menos en nuestro entorno ni siquiera conocemos el color de la señal de semáforo que las autoridades nos impondrán en las próximas dos semanas.
Pero dentro de todo este espectro, lo que en verdad preocupa es la volatilidad con la que nos llegan los comunicados oficiales, por un lado tenemos ciertas referencias que nos permiten hacernos una idea de lo que sucede, y, abruptamente nos hacen conocer nuevos valores de contagios o defunciones que no sigue ninguna lógica en relación a su comportamiento anterior, claro está, una vez conocido el nuevo escenario, nos vuelven esas sensaciones poco agradables que nos acompañan desde hace más de cuarenta días.
La verdad sea dicha, nuestro país estaba quebrado inclusive antes de esta famosa cuarentena Covid-19, por ello las medidas fallidas del pasado octubre, sin embargo si a esto le sumamos la restricción de comercio y funcionamiento de los mercados nacionales, lo único que estamos creando es un camino directo a una vorágine insostenible. Ahora bien, más allá de pretender buscar insinuaciones alusivas a la relajación de las medidas, se pretende exponer un criterio sobre los planes y propuestas limitadas que han sabido emanar desde el Gobierno Central.
Una vez más, elevamos un reclamo airado sobre los días que nos vendrán mañana exhortando a que se nos manifieste si existen planes de sostenibilidad empresarial futura pues, es lo único que permite sostener el empleo de las personas. Un puesto de trabajo no se mantiene con la creación de Leyes sancionadoras, ni atacando a las organizaciones que garantizan el pan de miles de familias ecuatorianas. (O)
