Belén  y  Navidad

Gonzalo Clavijo Campos

Belén, pequeña localidad palestina en la región conocida como Cisjordania, situada a unos 9 km al sur de Jerusalén y enclavada en los montes de Judea,  a 775 metros de elevación,  es uno de los lugares de peregrinación más importantes del mundo, tanto para la religión cristiana como para la musulmana y judía.

Es un lugar sagrado para los judíos, que veneran la tumba de Raquel situada a la entrada de la ciudad y el lugar de nacimiento y de coronación del rey David.

La Basílica de la Natividad, en Belén, es uno de los templos cristianos más antiguos. Fue construida sobre la cueva, más conocida como portal de Belén, donde nació Jesús de Nazaret. La primera edificación data del siglo IV DC, por orden del emperador Romano Constantino I.

El ingreso a la Basílica  es  por una puerta tan diminuta que obliga a pasar de uno en uno, y aun así con dificultad.  Quien desea entrar en el lugar del nacimiento de Jesús, tiene que inclinarse. En eso se manifiesta una cercanía con la noche santa: si queremos encontrar al Dios que ha aparecido como niño, hemos de apearnos del caballo de nuestra razón, debemos deponer nuestras falsas certezas y soberbia intelectual, que nos impide percibir la proximidad y grandeza de Dios.

Navidad es la expresión máxima del amor de Dios, que no sólo nos creó, sino que quiso hacerse uno de nosotros y se encarnó en la Virgen María. El nacimiento de Jesús en un pesebre nos enseña que las riquezas de este mundo no tienen tanta importancia como las riquezas espirituales, que todo lo que hay en este mundo en algún momento dejara de existir.

La Navidad no debe ser sinónimo de materialismo o consumismo, sino una época de compartir, de solidaridad, en la que los padres de familia inculquemos valores a nuestros hijos, les enseñemos a transmitir alegría y esperanza a otras personas, especialmente a las más necesitadas. (O)