Terminado el debate, los primeros titulares acusaron al evento político como aburrido y poco efectivo. Las evidencias del análisis del siguiente día se apegaron a las percepciones de vocerías políticas que por lo general atienden a agendas con intereses específicos. Al parecer, el objetivo fue diluir la decepción por el bajo desempeño de Daniel Noboa. A los titulares desacreditadores la estrategia se acompaña de distractores.
Entra en la escena un video del expresidente Lenin Moreno con un monólogo sobre su rol en la política ecuatoriana y el llamado a que no retorne el correísmo. Extraña intervención, pero útil para distraer la conversación sobre la falta de “quaker” en el debate. La siguiente intervención fue la de Antonio Ricaurte, el político quiteño, devenido en analista, para interactuar en medios digitales sobre las cualidades que hoy en día resultan “favorecedoras” en los nuevos políticos.
El siguiente componente fue Lavinia, la esposa de Noboa, interactuando con sus fans sobre su embarazo, y la emergencia de la que fue atendida previo al Debate, razón por la cual su esposo había agradecido a la clase médica. Así, en 48 horas la conversación sobre el debate electoral, que debía girar sobre las propuestas en seguridad, economía, gobernabilidad, emergencia sobre el fenómeno del niño, estabilidad del IESS, terminó refiriéndose a cuánta falta hizo Armijos, la “poca” cantidad de memes, las especulaciones sobre la salud de Alvarito y las “nuevas” cualidades de los políticos.
Los resultados de las encuestas sobre el efecto del debate dan cuenta que la población, -a pesar del calificativo periodístico de “aburrido-” en efecto, vio el evento televisivo. A pesar de la declaratoria de un supuesto empate en el debate, la ciudadanía prefirió evaluar como una mejor participación a la candidatura de Luisa González; y, a pesar de los temas distractores planteados por los comandos de campaña, ha sido capaz de ir tomando decisiones y movilizarse hacia una de las opciones. (O)
