Cristianos sí, pero enfermos de inercia

Bolívar Jiménez Álvarez

La inercia, en el ámbito de la física, es una propiedad que hace que los cuerpos en reposo se mantengan en ese estado, salvo que haya una fuerza externa que los mueva, o también que los cuerpos en movimiento sigan moviéndose con la misma velocidad y dirección si no hay fuerzas externas actuando sobre ellos.

En la vida cotidiana, muchas personas ¾muchos cristianos¾, experimentan su dimensión espiritual como pasajeros de un tren en marcha. Se dejan llevar por la rutina, sin cuestionarse el rumbo ni la dirección de su fe. Como si estuvieran atados a los rieles de la costumbre, su relación con Dios se vuelve mecánica, carente de profundidad y auténtica convicción. Esta falta de iniciativa no es otra cosa que INERCIA ESPIRITUAL: la tendencia a seguir adelante sin esfuerzo propio, simplemente arrastrados por la costumbre y las circunstancias.

La inercia espiritual se manifiesta en la apatía, en la ausencia de una voluntad activa por conocer más a Dios y vivir según sus enseñanzas. Quienes la padecen cumplen con ciertos ritos y prácticas religiosas, pero sin un compromiso real del corazón. Rezarán cuando se les insinúa, asistirán a celebraciones por costumbre y, en esta Semana Santa, participaran de algunas ceremonias; pero todo se reducirá a una serie de actos automáticos que no transforman su interior. Así, la fe se convierte en una sombra, en una presencia débil que no impulsa a la acción ni desafía a crecer.

El peligro de esta actitud es que nos vuelve indiferentes. Seguimos la corriente sin preguntarnos hacia dónde nos lleva. Vivimos una fe sin cuestionamientos ni búsquedas, sin darnos cuenta de que el camino de Dios es dinámico, exige entrega y renovación constante. La inercia nos impide despertar, nos sumerge en la comodidad de lo conocido y nos aleja del verdadero encuentro con Dios. Para romper con esta pasividad, es necesario un despertar interior. La relación con Dios no puede depender de fuerzas externas; debe ser una decisión personal y consciente. Es preciso alimentar la vida espiritual con oración, reflexión y compromiso activo. Solo así podemos evitar convertirnos en pasajeros de nuestra propia fe y, en su lugar, convertirnos en protagonistas de una vida espiritual auténtica y profunda.

Si Usted se encuentra en esta situación, le invito a cambiar de actitud. SEMANA SANTA es un tiempo propicio y adecuado para hacerlo, un verdadero Kairós, término que, en la teología, se lo asocia con el “tiempo de Dios”. (O)

Padre Bolívar Jiménez

Sacerdote, 1981. Licenciado en Ciencias Religiosas, Diplomado en Derecho Canónico y Doctor en Derecho Civil. Vicario Episcopal y Vicario Judicial de la Arquidiócesis de Cuenca. Docente, Párroco de Cumbre.

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