Un tranvía llamado deseo

Alberto Ordoñez Ortiz

Las principales ciudades de los países desarrollados cuentan con sendos tranvías que las embellecen hasta el punto de dejarnos maravillados. Sus sólidas economías –a diferencia de la paupérrima nuestra- lo permiten. Estambul, Lisboa, San Francisco, Río de Janeiro y Milán disponen de un quinteto de tranvías que así lo proclaman. El de Milán que funciona desde 1876: un tributo al pasado, pasa por lugares tan emblemáticos como la iglesia Santa María delle Grazie y la Piazza della Scala. Estos tranvías, en suma, son un símbolo, una significativa fuente de ingresos y una poderosa exigencia turística.

Nuestro tranvía, genera exactamente lo contrario. Es más, estamos frente a un típico elefante blanco. Recientemente, Fernando Villavicencio, el Presidente de la Comisión de Fiscalización de la Asamblea Nacional estuvo en Cuenca con el propósito de fiscalizarla. “La primera gran novedad es que su presupuesto se incrementó de 232 millones a los 290 millones, esto es un 25% más… Aquí hay plata de los ecuatorianos.”, y agregó: “Desde el periodismo denunciamos y revelamos una enorme corrupción…”. Concluyó expresando que el déficit para este año alcanza la escalofriante cifra de los USD 5,5 millones…” ¿Quién la pagará?, pues, nosotros los cuencanos.

El tranvía se ha convertido en un grave, un gravísimo problema para Cuenca. Es imperativo reconocerlo sin cortapisas. No estamos en condiciones de mantenerlo cuando un negocio no es rentable, los comerciantes –maestros en el arte de las finanzas- simplemente cierran el negocio o se declaran en quiebra. Señores Concejales: Al toro por los cuernos, decidan urgentemente qué hacer con el tranvía: declarar su quiebra, permutarlo, ¿venderlo o que…?, lo contrario incrementará el déficit municipal. Ustedes tienen la palabra. Por favor, no tarden. Hagan oírla, alto, hondo y lejos. (O)