Exigimos asambleístas decentes

Entre los asambleístas existen todos los perfiles y calañas. Al diezmero Ecknner Recalde ex ID a pesar de las pruebas contundentes en su contra, no se le pudo censurar al no alcanzar los 92 votos, y ahora el bloque de UNES, que le apoyó, tiene un nuevo militante. El Comité de Ética vale un rábano.

Según opiniones de prensa, Fausto Jarrín del correismo en su cuenta de twitter, trató de “imbécil” a un abogado, un periodista y hasta un concejal; y, el “junior” Esteban Torres del PSC trató de “pequeña piltrafa nauseabunda” al reconocido periodista José Hernández. Lobos que se juntan, para aullar muy bien.

Mientras se votaba en la Asamblea, de pie, viendo un celular del cual, suponemos, emanaba alguna música salerosa, la asambleísta Paola Cabezas, bailaba como si se encontrara en una discoteca o fiesta de barrio. Una falta de respeto a los ecuatorianos decentes.

Pero también existen los otros casos, dignos de destacar. Con argumentos sólidos, la asambleísta Sofía Sánchez (PK) del Azuay, tuvo la capacidad de oponerse al espurio informe de mayoría de la Comisión de Garantías Constituciones en el caso Pandora Papers. Sostuvo, que el informe se votó sin debate, y que los datos obtenidos por la Comisión fueron hasta abril de 2017, cinco meses antes de entrar en vigor la ley de la consulta popular, argumento con el cual pretendieron inculpar de incumplimiento al presidente Lasso. Recalcó, que los periodistas del Diario El Universo no acudieron a exponer sus criterios, ni enviaron documentos. Un elemento decidor y grave: les acusó a la mayoría de la Comisión de anexar supuestas pruebas, días después de haberse aprobado el informe.

Las participaciones frecuentes de asambleístas como Diego Ordoñez, quien les recordó a los desestabilizadores “que la conmoción social está en sus cabezas” y Fernando Villavicencio, son reconocidas por su gran argumentación y solvencia.

El grupo de los asambleístas calienta puestos, son como péndulos descalibrados; a veces hacen bulla, y otras son cómplices con su silencio, por su paupérrimo conocimiento de los grandes temas nacionales necesarios de debate, dentro de un escenario legislativo cada vez más desprestigiado. (O)