¡Viva la impunidad!

Francisco Chérrez Tamayo

Con los últimos acontecimientos políticos y sociales, y ante el descalabro de nuestro sistema político y de justicia, el país ha perdido el norte, la ecuanimidad y sobre todo la dignidad. Lo que hoy prevalece y es admirado en nuestra patria, es el cinismo, la fechoría, la desvergüenza. Los honestos, los honorables y la gente correcta no pasamos de ser unos tontos útiles; Se ha institucionalizado la corrupción y la delincuencia. Ante la permisividad del gobierno, por indecisión, omisión o complicidad, comienzan a recuperar la libertad los corruptos presos y sentenciados, tanto los que están en el país, como los “sociolistos” de “manos limpias, mentes lúcidas y corazones Ardientes”, que con el mayor cinismo y descaro, huyeron a México,  Bélgica,  Perú,  Bolivia etc.; obvio que se juntarán nuevamente, con la proterva intención de acabar de una vez, con lo poco que dejaron, luego de ir saqueando y dilapidando la nación. Volverán contralores enjuiciados, jueces corruptos, delincuentes sentenciados por la justicia, y toda clase de personajes abyectos que colaboraron con los gobiernos de la destrucción nacional; incluidos médicos inmorales por dar informes falsos, para conseguir un habeas corpus entre “gallos y medianoche”. En menos de un año que el actual presidente asume el poder, hoy la patria se le cae a pedazos, por culpa suya, de sus asesores y de sus pactos políticos. No ha hecho nada por frenar la gran corrupción que nos dejaron de herencia; no ha recuperado un solo dólar de los 70.000 millones de dólares que se llevó el capo mayor y sus secuaces; los sicariatos y los crímenes se multiplican cada día; toda la esperanza que teníamos, se  está esfumando. La liberación del segundo cabecilla de la banda de delincuentes, condenado y sentenciado por 3 casos de corrupción, es la gota que derrama el vaso; el comportamiento del presidente, débil, timorato, complaciente, quizá por conveniencia,  hace que  la administración de justicia haya tocado fondo. Es terrible la descomposición moral del país, parece iniciarse una era funesta y tenebrosa, que no sabemos qué futuro nos deparará, por culpa de la ambición política desmedida. (O)