Soberanía alimentaria

Ana Abad R.

No puede existir placer más grande que llegar a las ferias agroecológicas y sentir la frescura y la vitalidad de las hortalizas, verduras y frutas recién cosechadas, o de la leche y el quesillo frescos; más aún, si vas caminando, llevas tus propias bolsas, no regateas porque el trabajo y cultivo de la tierra es un arduo trabajo, los productos son sanos y los precios son buenos. Las ferias agroecológicas fortalecen la economía circular –la forma en que nuestros antepasados sobrevivieron y prosperaron–, cuidan la salud de la familia, la comunidad; por tanto, del agua, las semillas y, en consecuencia, de la vida. Ocas, mashúa, jícamas, zanahoria blanca, papa nabo, máchica, berro, etc., vuelven a la canasta de la semana, también alimentos y bebidas tradicionales como mishqui, chibiles, chachis, etc. La posibilidad de tener alimentos saludables y de temporada en Cuenca se debe a las actividades vinculadas a la agricultura familiar –en manos, sobre todo, de mujeres–, labores vitales para la subsistencia en ciudades como la nuestra; sin embargo, las actividades mineras y de la agroindustria es una peligros y mortal amenaza para su subsistencia. No eiste una política agraria que, de manera efectiva, proteja la soberanía y el patrimonio alimentario; es urgente exigir a la Asamblea la discusión del Código Orgánico de Soberanía Alimentaria. (O)