Un alma elegante

CON SABOR A MORALEJA Bridget Gibbs Andrade

¿Qué es la elegancia? La primera impresión que viene a mi mente es la de una persona con garbo, impecablemente vestida, que cuida cada detalle de su presencia física por amor a sí misma y a los demás. Alguien a quien le gusta verse, en cualquier circunstancia, bien presentado. Pero hay otra clase de elegancia, una de la que no se habla mucho y que pasa desapercibida; una que es imperceptible al ojo humano, que no se ve a primera vista, pero que se demuestra, se palpa, se siente y se agradece siempre. Estoy hablando de la elegancia del alma.

Las personas que anteponen su bienestar al del otro, cuya cortesía genuina no es para quedar bien o impresionar, las que tienen detalles, grandes o pequeños, y las que hacen todo de corazón, convierten su proceder diario en un estilo de vida que intangiblemente va envolviendo, con un perfume delicioso, a todos los que encuentra a su paso. Los gestos amables, además de agradecerlos, jamás se olvidan. 

La esencia de un alma elegante trasciende dando como resultado la calidad humana. Lo que llevamos por dentro se manifiesta tarde o temprano. La delicadeza se devuelve. Se corresponde. Son las pequeñas acciones las que ennoblecen a una persona, como: abrir la puerta y ceder el paso o el mejor asiento con la mejor vista; agradecer a las personas que le sirven y no inclinarse a ver sólo lo malo en todo. Siempre hay cosas por las cuales ser gratos. La generosidad, los temas de conversación, el tono de voz con el que se habla, el vocabulario que se utiliza, la manera en que una persona trata a las demás, incluyendo a su pareja cuando enfrentan conflictos que se puedan presentar, la forma en que se sirve un plato de comida y tener una visión optimista pese a todo lo que esté sucediendo, son destellos de las almas elegantes.

La sensibilidad de estas almas se anticipa a lo que uno quisiera pedir en un momento determinado, pero que, por no incomodar, no lo hace.

Qué privilegio es poder cimentar vínculos con gente noble y sensible. Son conexiones que, sin duda, enriquecerán nuestras horas y minutos, nuestros días, nuestra vida. Quedémonos con las almas que son leales, las verdaderas, las honestas de corazón, las que genuinamente quieren vernos brillar y se alegran con nuestros modestos o grandes triunfos. Y recordemos que, un alma elegante, será por siempre un alma confiable. (O)