“No hay cosas imposibles sino hombres incapaces”. Fue una frase que le gustó y le quedó grabada a la árbitra Marilyn Tamay tras graduarse de agente civil de tránsito municipal del cantón Azogues.
Fue parte de la primera promoción que empezará a servir a la comunidad desde los primeros meses de 2023. “El curso me ha enseñado a ser mejor persona y a demostrar que las mujeres sí pueden”.
Sus padres son lojanos. Ella nació en Azogues. Desde pequeña estuvo vinculada al deporte. Integró la selección provincial de fútbol de Cañar. Soñaba con ser futbolista profesional.
En su época el fútbol femenino no tenía el apoyo que goza en la actualidad así que miró otro horizonte. Sus hermanos son árbitros de fútbol y por ahí delineó su futuro.
Su padre Jorge Tamay siempre la apoyó, pero le dijo: a mí dame el cartoncito y tú verás después si sigues o no esa carrera.
En 2017 se apuntó en un curso de árbitros en Azuay. Después de mucho esfuerzo hoy es árbitra de Segunda Categoría y también es Licenciada en Educación Inicial, graduada en la Universidad Politécnica Salesiana.
A sus 23 años tiene claro que el arbitraje no es una carrera de velocidad sino de resistencia. Que junto a otras 18 compañeras tendrán que esforzarse el doble para llegar a Primera Categoría.
Allí tienen de referentes a Mónica Amboya, en la Serie A, y a Diana Segura, en la Serie B. Ambas les motivan a no declinar sobre todo cuando deben rendir pruebas físicas similares a la de los varones.
Marilyn sonríe cuando piensan que por su contextura delgada no tendría mucho problema en las pruebas de velocidad. Confiesa que le cuesta un poco ser explosiva en la carrera. Esto hace que entrene a diario para aprobar las cuatro pruebas físicas y teóricas que tienen durante el año.
Su madre Silvia Uchuari es la responsable de que no haya desertado de la profesión. En uno de esos malos días que tiene el ser humano obtuvo una mala calificación en un partido de la liga femenina y le sancionaron tres meses.
“Salió en redes sociales, me hicieron videos… Le dije a mi mamá: ya no más, esto ahí se queda. Ella me dijo: si quisiste ser soldado, aprende a marchar. Son errores, facetas que pasan. No todo en la vida es color de rosa, simplemente tienes que aprender de esa experiencia y darle con ñeque en la siguiente oportunidad que te den”.
En la actualidad es una árbitra polifuncional. Resalta que en Azuay nunca sintió que sus compañeros la discriminen por ser mujer, más bien siempre tratan de protegerlas y motivarlas.
Por su capacidad le han designado de cuarta árbitra, asistente y central. En cualquiera de esas funciones muestra mucho carácter y fuerza.
“Los partidos de varones, en Segunda Categoría, conllevan un poco más de concentración y esfuerzo porque hay veces que a una como mujer le quieren ver hasta qué nivel le pueden manipular”.
Ver a compañeros que después del arbitraje no sabían qué hacer, le hizo reflexionar sobre su futuro. Cuando conoció la apertura de un curso de cinco meses para ser agente civil de tránsito empezó a gestionar una licencia en la Asociación de Árbitros Profesionales de Fútbol del Azuay.
“La primera vez no me llamó mucho la atención, siendo sincera, hasta que un día le dije a mi mamá: voy a ver qué pasa. Si paso todas las pruebas en buena hora”.
Lo más duro que tuvo que lidiar fueron los tres meses de internado. El 21 de diciembre se graduó como agente civil de tránsito.
«Los sueños no se cumplen postrados en una cama. Hoy alcanzamos una meta más y mientras papá y mamá no nos falten tenemos el apoyo incondicional. Solo queda decir gracias a todos”.