
Durante las reuniones mantenidas por las “izquierdas” del país, y en las cuales se pudieron observar rojos de todos los matices y hasta algunos, en los que no se encontraba el tono rojo ni con lupa, una de las agrupaciones asistentes había hecho la propuesta de convocar a una nueva asamblea constituyente para que elabore una nueva constitución. La propuesta de marras, como la mayoría de propuestas vertidas en el fallido cónclave por parte de los diversos grupos de “zurdofilos”, ventajosamente no encontraron eco en el resto de asistentes. Ahora, ¿adivinen de dónde provino la “famosa” idea de convocar a una nueva constituyente?, pues, increíblemente, del grupo correísta. Y digo, “increíblemente”, porque siendo ellos los que concibieron la constituyente y la constitución vigente, los que la promocionaron, los que hasta construyeron la ciudad Alfaro para albergarla, los que dijeron que era la mejor constitución del mundo y sus alrededores, los que pronosticaron para ella unos 200 o 300 años de duración, los que la parieron, la bautizaron, la confirmaron y ahora ¡proponen echarla al tacho de la basura, a sus tempranos dieciséis añitos, para elaborar una nueva y rozagante Carta Política!
Es de suponer que las disposiciones constitucionales que tendrán los correístas en el bolsillo, incluyen, la reelección presidencial indefinida, el control total de los organismos fiscalizadores desde Carondelet (¡como en los viejos tiempos!), el indulto para los miembros de la banda involucrados en trafasías, el ampliar las “facilidades” para conceder los habeas corpus, erección de monumentos en el país a todos los panas de Odebrecht y del ex contralor Polit, etc., etc.
¡Que desfachatez!, ¡que falta de coherencia ideológica y política!, ¡que irrespeto a la memoria de los ecuatorianos! Cuando entenderemos, de una buena vez, que los males del país no se resuelven haciendo nuevas leyes ni nuevas constituciones, pues estamos atiborrados de ellas, sino respetando y acatando las existentes y, sobre todo, ciñendo nuestras actuaciones públicas a los dictados de la moral, la ética y el ineludible compromiso con las aspiraciones de la sociedad. (O)