Acá abuelos somos todos

Andrés F. Ugalde Vázquez @andresugaldev

¿Y qué decir cuando tu primer amigo se convierte en abuelo? Amigo querido, pues empezar por contarte lo feliz que me has hecho con este nuevo miembro de la familia, de nuestra familia tengo que decir, porque para mi eres un hermano, ya lo sabes. Además, te digo que todavía es difícil imaginarse a tu pelado, ese que todos vimos crecer, convertido en padre, en tierra labrada, iniciando el también esta aventura hermosa y compleja que es ser papá.

Lo cierto es que, al convertirte en abuelo, me hiciste un poquito abuelo a mí también. ¡Abuelo a los 44 años!, quien lo hubiera imaginado, allá en la adolescencia, cuando armábamos esta jorga, que todos queremos tanto. Aunque, la verdad, nunca he creído en la edad ni en la distancia, porque la vida no se mide en kilómetros ni en meses, por eso estoy allí, contigo, junto tu familia y nuestro nuevo sobrino (o sobrino nieto, para ser preciso). ¡Así que bienvenido pequeño camarada! Ahora que recién abre sus ojos y se asoma al balcón de este mundo maravilloso al que llega para soñar, viajar, amar, crear, imaginar, explorar… ¡y a tu lado por supuesto! Porque tener un abuelo joven es una suerte, porque la parte de las reglas y las normas (eso que les corresponde a los flamantes padres) a ti no te toca. Ahora tú, más allá de lo que todos los abuelos son por definición (la paciencia hecha carne), vas a ser su amigo, su pana inseparable, su cómplice de viajes y aventuras, su “parter in crime” como le gusta decir a mi Gegi. Y eso no tiene precio.

Mi viejo querido me dijo un día, cuando nació mi Sofia, que el pensaba que la vida le había hecho el mejor regalo al tener hijos, pero que eso cambió cuando conoció a su nieta, porque parece mentira que uno pueda ser tan feliz. Supongo que así estarás y, por lo tanto, así estamos todos, tus hermanos, lo que hemos estado juntos en todas las aventuras de vida. Y esta, amigo, no será la excepción, porque ahora, a partir de hoy, acá abuelos somos todos… (O)