Herreros en Cuenca forjan entre lo tradicional y lo moderno

La fragua, el yunque, el martillo parecen cobrar vida en las manos de los herreros, quienes imprimen sus emociones, su inspiración y su esfuerzo en cada hierro que tocan. El trabajo de fundición y forja se desarrolla en Cuenca desde la época colonial en el barrio Las Herrerías, donde sus adoquinadas calles rememoran la época de antaño.

En la actualidad, son pocos los lugares donde se mantiene viva la llama del oficio. A la entrada de los talleres se observa diversidad de figuras de hierro, símbolo de las costumbres cuencanas, entre ellas, cruces, jaladeras, picaportes, faroles.

Forja D’Lucy

Unos de los talleres es la Forja D’Lucy, de Lucila Morocho, quien desde hace 35 años labora en este arte. Día a día prende la fragua, su experiencia lo hace ver como una tarea fácil cuando el fuego ablanda el metal, que se muestra dócil en sus manos.

Lucila inició esta labor junto a su exesposo, pero aprendió los secretos de la forja sola, en su diario andar. Recuerda que, antiguamente, Las Herrerías era un paso obligado de los comerciantes que arribaban a la ciudad y dejaban sus caballos para que les cambiaran las herraduras, mientras ellos iban hasta el centro de la urbe, para hacer sus negocios.

En ese entonces se fabricaba mayormente productos utilitarios como bisagras, cerraduras, chapas, herramientas de labranza y herrajes. Sin embargo, la expansión de la ciudad, llevó a los herreros a innovar y adaptarse a nuevas herramientas, en tiempos marcados por los aires de la modernidad.

Los artesanos empezaron a crear artículos para la construcción de vivienda como ventanas, balcones y cruces, este último con un significado de cristiandad. En algunas casas patrimoniales de Cuenca, aún se conservan los antiguos pasamanos, hechos por las manos de los herreros. Su sello distintivo son los remaches, que se usaban antes de que se empleara la suelda en esta labor.

Pasión

Para Lucila Morocho su conexión con la fragua está más cerca de la pasión y la dedicación, que de la fuerza que se necesita para el trabajo. La artesana tiene claro que, si ella da forma a los rígidos metales con la forja, este oficio ha forjado su carácter.

Su cariño por el hierro se observa en sus ojos, cuando en su taller muestra las piezas que hablan de su vida, con las cuales algunas veces se desquita el coraje o el “mal hígado”, del que nadie está exento en un mal día.

“Hasta que Diosito me dé fuerzas y me diga hasta aquí nomás, hasta entonces estaré aquí”, expresa Doña Lucila, una de las últimas mujeres que preservan este arte. Ella tiene siete hijos pero ninguno ha heredado el oficio.

Con sinsabor recuerda que hace un año se le detectó un cáncer de tiroides, ante el cual los médicos le pronosticaban poco tiempo de vida. “El médico me desahució, lloré durante días y le pedí a Dios una nueva oportunidad. Busqué otro tipo de medicina y aquí estoy”, cuenta la artesana, quien se denomina como una mujer de fe.

Los herreros antiguos son el eslabón de una cadena, que intenta no romperse ante las jóvenes generaciones, que cada vez se dedican menos a la artesanía.

Un trabajado investigativo de la Universidad de Cuenca da cuenta del descenso de esta actividad. El sondeo desarrollado en 2022, indica que nueve obreros, entre los 38 y 71 años de edad, mantienen este trabajo.

Asimismo, desde la perspectiva de los artesanos, existe una “competencia desigual”, ante el ingreso de productos extranjeros, especialmente los chinos, ante lo cual la gente deja de adquirir los artículos locales. (PNH)-(I)

Gastronomía

Aunque por décadas Las Herrerías ha sido considerado el barrio de fuego y la forja, hoy el sonido de los martillos que se emanan de los pocos talleres, se mezcla con el aroma de las golosinas de antaño, que ofrecen las cafeterías y restaurantes.

Chumales, quimbolitos, cuchichaquis, chachis, tamales. Tortillas de maduro, de verde, de choclo; empanadas, café, arroz con leche y chocolate se venden en este sector, que se ha abierto al comercio de comida típica cuencana, debido a que resulta más rentable.

“Los mismos que antes se dedicaban a este arte, ahora tienen otro tipo de negocio, como la gastronomía”, indica Luis Picón, artesano del sector. Desde las 08:00 se puede comprar estas golosinas. (I)

DATOS

  • En el barrio La Herrerías, se erige la escultura del dios Vulcano, en homenaje a los artesanos del fuego que mantienen la centenaria tradición en el sector.
  • En el ‘huasipichai’, los azuayos acostumbran colocar un símbolo en los techos de las viviendas recién construidas. Los herreros tallan estas figuras, que aún se conservan en casonas patrimoniales.
  • Un ejemplo es la Cruz de la Pasión de Cristo, que tiene elementos como la escalera, la lanza, el cántaro, la palmera, el martillo, la corona, la tenaza y el cáliz.

Patricia Naula Herembás

Licenciada en Comunicación Social con experiencia en medios tradicionales y digitales. Hace coberturas y en redacción de temáticas de emprendimiento, empresarial, sociedad e interculturalidad.

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