El año trágico

Jorge Dávila Vázquez RINCÓN DE CULTURA

Meses más, meses menos, este ha sido un año terrible para la cultura de Cuenca, la región y el país, marcado por la pérdida de importantes personajes de nuestras letras y nuestro quehacer humanístico.

En Quito, a donde se mudó hace bastante tiempo, falleció Juan Valdano. Fue profesor universitario, ensayista, generacionista, escribió cuento y novela. Su relato LAS HUELLAS RECOGIDAS, entre sus muchas producciones, queda como un testimonio de su conocimiento de la vieja sociedad cuencana y sus tradiciones, y fue antologado por María Rosa Crespo, otra de las pérdidas de este período triste, en la SELECCIÓN DEL NUEVO CUENTO CUENCANO, en la que ella incluyó aquello que, con su amoroso saber de la producción de sus contemporáneos, consideraba lo trascendente de la narrativa breve local. Ella era la maestra por antonomasia, y no solo impartía las cátedras de literatura en el Colegio “Manuel J. Calle”, si no en la Especialidad de Lengua y Literatura de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación de la Universidad de Cuenca, con hondo conocimiento.

Eliécer Cárdenas Espinosa había nacido en Cañar, era el menor del grupo de los que se fueron en este año espantoso, y proclamaba su lugar de origen, pero realizó toda su gran obra en Cuenca. María Rosa lo incluyó en la SELECCIÓN, y cuando tuvo a bien hablar de mi novela MARÍA JOAQUINA, lo hizo en pareja con el gran libro de Cárdenas, POLVO Y CENIZA. Recuerdo a un autor jovencísimo, que comerciaba un folletito de cuentos, HOY AL GENERAL, y que me trajo su primera, hermosa y desgarrada novela, JUEGO DE MÁRTIRES, y luego de un tiempo, el primer gran borrador de la historia ficticia de Naún Briones. Eliécer era incansable. Creo que escribía hasta dormido. Fabulando, siempre. Dejó una obra caudalosa, y, a veces de mucha calidad.

Y se fue Claudio Malo González, Maestro insigne. Todos los que estuvimos en la Facultad de Filosofía y Letras aprendimos de él. No solo Antropología, que era su fuerte, si no todo de todo, porque era enciclopédico. Dotado de un humor que arrasaba con cuanto de aquello que era parte de lo establecido, removía nuestros conocimientos y saberes y nos divertía de modo insólito. Nos fue realmente querido.

Y el ciclo de lo trágico se ha cerrado con la partida de Mario Jaramillo Paredes. Volveremos sobre él. (O)