Salud

Catalina Sojos

¡Salud para el niño huraño que vende en las esquinas! y el joven invisible que no forma parte de la historia y para la mujer que pregunta. Salud al hombre sencillo y a la madre que descose sus manos en el trabajo diario; a la hembra rebelde que luce sus honores en la frente y al campesino luego de la granizada con su maíz “hecho polvo” salud al anciano que sale a la calle a protestar en contra de la violencia, a la excluida por sus discapacidades y a la deportista que triunfa a pesar de sus zapatos rotos. ¡Salud para aquellos que convierten su vida en una misión solidaria permanente! y para los huérfanos que trabajan, la periodista deportada y el asambleísta que hace el milagro de la diferencia; salud al médico y su mirada austera, a la mujer taxista y a la que reparte el gas, al hombre de la voz suave y su abrazo fraterno, a la artista y al mariachi, al plástico y al pintor de brocha gorda ¡salud al trabajo honrado! a la ética y al Maestro que funge de guía ¡Salud a los locos que rompen el sistema y respetan el espacio ajeno! por las diferencias y por aquellos que apagan el celular para mirar a la cara, a los poetas que dedican libros autografiados y a las escritoras que leen cartas, es decir ¡Salud por la vida y el pan nuestro de cada día conseguido gracias a la porfía! a los que quedaron sin empleo a causa de la política y para aquellas mujeres innombrables, anónimas y extrañas. Hoy más que nunca el trabajo es un derecho. ¡Salud, amigo mío! (O)