La Guerra

Andrés F. Ugalde Vázquez

La guerra, azote la humanidad y aberración injustificable, ha sido, sin embargo, para muchos filósofos, uno de los motores de la humanidad. Pero este no es nuestro caso.  Ya decía Sun Tzu (400-320 a. C.) que la guerra puede ser también una ciencia pues acelera la selección natural y demanda la mayor creatividad por parte de los contendores, elevando la cohesión y el sentido de identidad de la nación. Y cierto es que algunos de los mayores avances políticos y científicos de la humanidad (la cibernética y las telecomunicaciones como ejemplo) han nacido de las grandes conflagraciones de la historia. Pero, este como lo decíamos, no es nuestro caso.

Esta guerra, evidente e innegable, en la que estamos inmersos, es distinta. Es una guerra turbia, contra un enemigo invisible, letal, sin reglas, sin honor, una guerra que peleamos todos los días en nuestras calles y nuestros barrios, la masacre elevada a virtud, el fin del razonamiento.

Nexos con peligrosas mafias europeas y carteles mexicanos, decenas de millones lavándose dentro de nuestras fronteras, toneladas de droga incautadas, fracción, desde luego, de las que logran burlar los controles. Noticias de masacres y provincias enteras (me duele Esmeraldas, ¡me duele en el alma!) sitiadas por el crimen organizado. Policías y delincuentes abatidos como orden del día. Más de mil quinientos asesinatos en Guayaquil, hoy por hoy una de las ciudades más violentas del mundo.  Y en medio de esto un periodismo bajo asedio, donde el informar es jugarse el pellejo entre centenares de agresiones registradas y explosivos que estallan en las oficinas de los medios de comunicación.

Y mientras esto sucede, un ministro desde su oficina nos dice que “es hora de decir basta a los criminales” mientras en un lejano escritorio de Carondelet se vence al terrorismo por decreto, cosa que poco podrá ante un sistema judicial que libera y reduce las penas a los cabecillas de las atroces bandas que señorean a su antojo en el territorio nacional. Un decreto nada más, lejos de las acciones más concretas y estructurales que tanto necesitamos, un decreto que pretende ganar, desde un escritorio, esta guerra que, evidentemente, estamos perdiendo… (O)