Cuando mi nieta Juliana, de 13 años de edad, me invita a leer sus libros, para después poder comentar abuelito, acepto gustoso y recibo el primer tomo de la Trilogía de la Chica Invisible, de Francisco de Paula Fernández, que ella terminó de leer y ya inició el segundo. Me alegra y me transporta a esa secuencia de lecturas, a su misma edad, con mi nieto Tomás: las sagas de Harry Potter, Correr o morir, El ciclo de la Luna Roja, El señor de los anillos, en fin, tantas otras que compartimos y conversaremos.
Y leímos los tres tomos de la saga, conversando a la hora de la mesa y sobremesa: ¿en qué capítulo vas? ¿Quién crees que es el culpable?, y así, en el coche, en las caminatas y paseos de fin de semana; tantas historias alrededor de un grupo de adolescentes de secundaria que están tratando de descubrir sus aptitudes y vocación profesional, que al fin, casi siempre, se decantan en esa sentencia pedagógica de “…terminarán haciendo lo que vieron hacer a sus padres”; también me recuerdan, salvando distancias culturales, los célebres diarios de Ana María, de Daniel, de Ana Frank, La ciudad y los perros y otras lecturas, de a esa misma edad, con las obvias diferencias del tiempo, las disponibilidades, metodologías y la tecnología. Estos adolescentes se desenvuelven ajustados a su ordenador y a sus teléfonos celulares, lo que cambia radicalmente formas, usos y costumbres pero que, al final, no son tan catastróficos como se planteaba, alguna vez un conferencista, cuando se preguntaba ¿Qué tal si Romeo y Julieta tenían un celular?, ¿Qué tal, la Caperucita llamando a la abue con su celu? Lo que aquí se grafica es que la tecnología, como parte de la evolución, aporta al proceso enseñanza aprendizaje.
Si, fue una linda oportunidad para conversar con mi nieta sobre la importancia de los libros y de la lectura en la formación; la magia del libro frente a una pantalla; los computadores y celulares como instrumentos de aprendizaje; las expectativas y los conflictos de los adolescentes; la importancia de la comunicación oral y la necesidad de ordenar el uso de los celulares privilegiando la comunicación personal en el hogar, en la academia y en la comunidad. (O)