Dulce

Catalina Sojos

Y el cuencano saca a pasear su alma en el parque Calderón y da vueltas y vueltas y se mira y remira con los habitantes de este lugar mágico, cañari, inca y español. Son las fiestas del Cuerpo de Cristo Sacramentado que, hasta hace algunos años, significaban la religiosidad popular y la transmutación del cuerpo de Jesús resucitado en la Hostia Santa a la cual accedimos por la Primera Comunión; hoy, convertida en fiesta cultural, gastronómica y turística provoca que las instituciones públicas y privadas (que ofrecen lo mejor en programaciones de diversa índole) estimulen el turismo nacional e internacional. La fiesta dulce de la patria reúne a una gran cantidad de gente que disfruta de los castillos creados por nuestros artesanos los cuales estallan en miles de colores para la alegría de los visitantes y el terror de los animales; el sabor de los dulces y el zumbido de las abejas escapadas desde los panales de las monjas del Monasterio del Carmen, las sonrisas pícaras de los enamorados y sus citas secretas, es decir, por siete noches de milagro Cuenca regresa a ser el pueblo amado, colgado en la montaña, repleto de alegría y bañado por sus ríos. El Septenario, y sus diversos padrinos,  significa la herencia cultural que dejaron aquellos que con su devoción y entusiasmo lo crearon María Astudillo (entre otros nombres) merece un lugar de honor en estas fiestas. (O)