Y sí, yo también

Andrés F. Ugalde Vázquez @andresugaldev

La política y las redes sociales son dos criaturas que definitivamente no se llevan bien y no deberían estar juntas. Y claro, más de un infalible estratega del marketing político se habrá escandalizado con semejante afirmación. Pero calma, antes de tirar el computador por la ventana, permítame matizar, aclarando que sí, que ahora las elecciones se ganan en los etéreos campos de las redes sociales. Concedido. Sin embargo, también es cierto que, cuando un personaje público se expone a las fieras, muchas de ellas escondidas tras el cobarde anonimato de un perfil falso, se expone a lo más refinado de la maldad humana. Demasiados insultos desmedidos, demasiada revancha, demasiados enfermos de fanatismo, de odio, de venganzas atrasadas.

Y todos, yo mismo incluido, hemos caído alguna vez el juego de hacer leña del árbol caído (eso sí, usando mi nombre y haciéndome cargo), metiendo la nariz dónde nadie me llama, lanzando fórmulas para cambiar el mundo que nadie me ha pedido, mostrando la sabiduría del hincha que, siempre, sabe cuál era la estrategia para ganar el partido, cuando el partido ya ha terminado. Si, yo también lo he hecho y nos es algo que me enorgullezca. ¿Saben por qué? Porque no logré cambiar nada. ¿Será que mi ciudad está ahora mejor? ¿Tal vez ahora la gente es más consciente de sus deberes cívicos? ¿Es mejor ahora la política gracias a mis comentarios? Pues no, nada, absolutamente nada, fue solamente el ejercicio inútil de lanzar otro comentario a ese océano de opiniones gratuitas donde nada falta salvo el compromiso de arremangarse la camisa y meterse a la cancha, a la calle, a la comunidad, allí donde está la gente, las papas queman y los cambios ocurren de verdad.

Y luego, una vez que se ha vencido la apatía y se ha hecho algo al respecto del problema (su problema, no el mío, el que importa, el que le quita el sueño, el que lo conmueve y lo llama a la acción), entonces sí podrá sentarse cómodamente con su teléfono celular a llenar las redes sociales con su sabiduría y comentarios, precisamente, como éste que ahora mismo está leyendo…  (O)