Escasez de mano de obra

De forma sostenida la migración de ecuatorianos, en especial a Estados Unidos, pasa factura “casa adentro” en el campo laboral.

No deja de ser una contradicción. Quienes se van, según lo justifican, lo hacen por falta de trabajo, bajas remuneraciones; ahora por la inseguridad.

Esa migración, a su vez provoca escasez de mano de obra calificada. El campo queda abandonado.

Una crónica publicada en este diario refleja tan dura realidad socio económica en Azuay y Cañar, las provincias con los más altos índices de migración de los “sin papeles”.

En San Joaquín, otrora conocida como el huerto de Cuenca, cuya producción de hortalizas abastecía los mercados de El Oro y Guayas, antes laboraban entre siete y nueve personas por hectárea, ahora lo hacen una o dos.

La crónica cita al Ministerio de Agricultura y Ganadería para confirmar lo dicho: la producción en el campo se ha reducido en un 8 %. Donde más se refleja es en Tungurahua, Cotopaxi, Chimborazo y Cañar.

La falta de mano de obra calificada, es decir de obreros previamente preparados o con amplia experiencia tras pasar por varias etapas, también se siente en oficios como la carpintería, textilería, herrería, carrocería, mecánica industrial, ni se diga en la construcción.

Según los consultados, si décadas atrás migraban los jefes de hogar, ahora lo hacen los jóvenes ya con experiencia en esos oficios y hasta con preparación académica.

Como contrapartida, llegan obreros de otras ciudades del país, pero no siempre se acoplan a los requerimientos para mantener la calidad.

Aquellas son una de las tantas consecuencias de la migración, si bien es pródiga en remesas y ayudan a sostener la economía.

No todos quienes coronan su objetivo encuentran trabajo en los EE.UU., donde se ve a grupos de desocupados en las esquinas de las calles cazando  alguna oportunidad o vendiendo refrescos en los semáforos, una informalidad prohibida en ese país.