ESPECIAL: Floushing, el parque de los ecuatorianos en Corona, Queens

Cada fin de semana, los ecuatorianos arman canchas sobre las zonas verdes del parque de Floushing para jugar indoor. Andrés Mazza

El 11 de junio de 1939, Ecuador se mostró al mundo a través de la Feria Mundial de New York, el famoso evento que reunió a cincuenta países para que expusieran sus productos insignes en el Floushing Meadows Corona, un parque que se construyó precisamente para la exposición.

Lo que sabían los ecuatorianos de aquella época era que debían mostrar a su país en New York. Y para eso escogieron el cacao, los sombreros de paja toquilla y el jugo de naranjilla, según reza un artículo de la revista de historia Procesos, que se publicó en el 2010.

Lo que no sabía Ecuador era que, en el siglo XXI, el Floushing Meadows Corona terminaría por convertirse en el “parque de los ecuatorianos”.

El Floushing Meadows Corona, al que todos conocen como el parque de Floushing, está ubicado en la zona norte de Queens, New York. El espacio surgió en la tercera década del XX, como un sitio para que albergara la tercera edición de la Feria Mundial que ya se había realizado en Bruselas, en 1935, y en Paris, en 1937.

Cuando se inauguró la feria, el 30 de abril de 1939, y cuyo lema era “Construyendo el mundo de mañana”, se mostró al planeta los avances de la tecnología. Entre estos estuvo la primera aparición de un presidente estadounidense en la televisión. Un día después de la inauguración, en Estados Unidos se empezaron a vender las primeras estaciones de televisión.

Después de la feria, el Floushing Meadows Corona se transformó en un parque que, después de 70 años, sería ocupado por los ecuatorianos inmigrantes.

Es común que se coloquen banderas de Ecuador dentro del parque. Andrés Mazza

Al estar en Queens, emplazado muy cerca del barrio Corona, en donde vive un número considerable de ecuatorianos, ellos hicieron del parque de Floushing como si fuera suyo. No hay un fin de semana en el que los inmigrantes nacidos en Ecuador no estén en el parque. Es fácil caer en la cuenta de ellos.

Por ejemplo, en verano, después de las dos de la tarde, empiezan a extenderse las redes para jugar el ecuavóley y se colocan los arcos sobre el llano desgastado junto con las pelotas de indoor.

Y, de pronto, el ambiente tranquilo que se vive de lunes a viernes cambia por las barras, por el correr de los niños y las reuniones de familias y amigos que encontraron en el parque de Floushing un lugar para combatir con los rezagos de la migración: la soledad.

Un domingo en Floushing

Son un poco más de la una de la tarde de un domingo de verano. Mientras se avanza por los primeros senderos del parque el silencio todavía acompaña. La gente va y viene de un lado al otro. Algunos corren, otros caminan.

Entonces, al pasar junto al “Unisphere”, una bola gigante de acero, que representa el planeta Tierra, y que es una estructura icónica del parque, la cosa cambia. Cientos de personas ríen, juegan, alzan la voz, cocinan, se abrazan, se hacen bromas. Es como si uno se adentrara a una celebración de los fanáticos del fútbol.

Todos ellos, los que celebran a su manera, son ecuatorianos. Es difícil estar triste allí porque la adrenalina que cada uno de los presentes siente se comparte fácilmente. Por ello es que cientos de inmigrantes se reúnen en el parque de Floushing: porque el reencuentro es el antídoto a la soledad.

“Este es el parque de los ecuatorianos. Aquí están nuestros deportes, aquí está le indoor y el vóley. Esto nos une, nos junta, esto es lleno de ecuatorianos que tienen su domingo libre para reunirse, para jugar, para comer su comida”, dice Miriam Paca, una riobambeña radicada en New York.

Miriam sabe lo que significa para los ecuatorianos el deporte, por lo que organizó, en este 2023, su primer torneo de fútbol en el que no faltaron la alegría ni las peleas; la cerveza y las celebraciones.   

Mientras se juega, ya sea en un campeonato o por simple deporte, tampoco falta la gastronomía ecuatoriana. Desde chochos, parrilladas y hasta cuyes asados se encuentran en el parque de Floushing.

“Siempre se extraña nuestra comida. Nuestros ecuatorianos la buscan y uno trata de conectar con la comida. Y el parque sirve para eso, para el deporte y para la comida. Esto nos une”, comenta Carmen Lucero mientras asa un pollo.

Carmen Lucero, los sábados y domingos, prepara carnes asadas para comercializarlos entre sus compatriotas.

Carmen es una cuencana que vive 18 años en Estados Unidos. Dejó su ciudad para vender comida los fines de semana en el parque de Floushing. El pollo, la carne y las costillas asadas son parte del menú que ofrece cada sábado y domingo.

A través de su negocio ha podido conectar con cientos de ecuatorianos que encontraron en el Floushing Park el lugar para soportar y sostenerse en una ciudad que construyó un parque para mostrar cómo sería el futuro, sin atinarle, por supuesto, a que ese parque sería el refugio de los inmigrantes de Ecuador. (I)