Vivir en el país del 6 y 45

Jorge Durán

No; ¡qué va! No se trata de los números de algún partido o movimiento político.

Días atrás, en Machala, un expolicía, ya jubilado, me cuenta que su hijo es profesor de una escuela en la cual la mayoría de los alumnos son hijos de los Tiguerones.

Para qué decir más. La conclusión es obvia. ¿Verdad? Ah, también me dice que alrededor de esa escuela y en el barrio donde habita, pululan los expendedores de droga.

Si la Policía los detienen, argumentan que portan las dosis permitidas por una “bendita tabla” determinada en una “bendita ley” para los drogodependientes.

Pero es que van y vienen, dice el hombre. Quiero entender que venden sus paquetitos y luego van por más, que es lo mismo que decir “lo mejor está por venir”.

¿Alguna novedad en eso? No. Ocurre en todo el país; ¿o exagero? Antenoche recordé que Luisa y Daniel discutían sobre esa “bendita tabla” en su aburrido debate.

En Cuenca, una profesora de primaria me revela que, a varias de sus colegas, unos “papasotes”, unas “mamasotas”, las amenazan si sus hijos van camino a reprobar el año o por cualquier otro motivo que “atente contra sus derechos”, como el de ser majaderos, por ejemplo.

¿Y cómo las amenazan? Me responde haciendo una señal con su mano. Concluyo que es el 6 y 45.

Leo, veo, como todos, lo que ocurre en el cantón Durán. Debe ser un infierno vivir allí, como debe serlo en los barrios urbanos marginales y aún en los urbanos de otras ciudades cuyos nombres causa angustia citarlos.

En los primeros se hacinan los sin tierra, los sin casa, o, si las tienen son remedos de casa; los sin oportunidad para ir a la escuela, al colegio, peor a la universidad; los que han sido reclutados para matar y su mejor sueño no es ni siquiera el mañana, sino la siesta luego de acribillar a alguien, de robar, de delatar si es posible hasta a su mismo hermano o padre, también inmersos en esa ola de fuego que es la delincuencia criminal.

Vivir en el Ecuador de hoy. En el del 6 y 45, donde las calles de asfalto, pavimento o lastre se llenan de casquillos; donde otros, convertidos en ricos en un santiamén, esquivan las balas; u otros inocentes que son alcanzados por ellas al ir a la escuela, a la tienda, esperan el bus o contemplan la puesta del sol; donde las amenazas con plomo llegan hasta las más altas autoridades del Estado son el pan del día; donde en ciertas escuelas ya hay niñez relacionada con narcobandas y “vacunadores”.

¿6 y 45? En las manijas de un reloj imagine un revólver. (O)