La evolución de la publicidad en los 99 años de diario El Mercurio

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Entre los años 60 y 70, la publicidad hecha a mano predominaba en los ediciones de diario El Mercurio.

Hoy día, publicitar una marca, un producto o servicio es tan fácil por la cantidad de herramientas y medios que han surgido en los últimos diez años. Basta con tener un programa de diseño y una cuenta en una red social para empezar a anunciarse. 

Sin embargo, hasta el siglo pasado, la realidad era otra. No había tantos canales como los que hay en el presente y la tecnología era distinta. Lo artesanal primaba en una época que diario El Mercurio registró en sus páginas. 

Entre los años cuarenta y setenta, por ejemplo se necesitaban de ilustradores y de una habilidad para diagramar la publicidad que luego saldría en el periódico, un medio apetecido por todos aquellos que querían hacer conocer su producto o servicio. 

“Previo a mi época la publicidad la manejaban los ilustradores porque ellos hacían el gráfico. Si se necesitaba una figura humana, tenía que dibujarse. Ellos colocaban las letras, toda la publicidad se hacía a mano”, dijo Yolanda Astudillo. 

Yolanda es una diseñadora gráfica que lleva 25 años practicando esa profesión. La mujer trabajó haciendo publicidades para los periódicos de la ciudad en la década del 90. En aquel entonces ella ya vivió la transición de los ilustradores a la tecnología. 

En su caso, por ejemplo, ella para hacer las publicidades tomaba fotos, las imprimía y armaba a mano el anuncio que terminaría en el periódico. En otros casos buscaba recursos en revistas cuando la fotografía no era el medio ideal. 

“Los artes se armaban por partes. Colocábamos la fotografía, y si necesitábamos texto usábamos acetato y se pegaba la letra blanca o negra dependiendo del contraste que queríamos”, recordó Yolanda. 

Pero antes de ese proceso que luego sería reemplazado por los programas de diseño estaban los ilustradores, quienes dibujaban los productos y escribían palabras que atrajeran a los compradores. 

Por ejemplo, entre las publicidades ilustradas que publicó El Mercurio pertenecieron al aguardiente “Pauteniño”, cuyo lema era: “hace bailar al flaco y al gordito”; a Royal, cuyos dibujos eran las gelatinas; o a las pastillas B.V, que servían para la tos. 

No obstante, si bien las publicidades atraían por sus frases y dibujos, había otro elemento que resaltaba: los anuncios de las películas en el periódico. 

Publicidad de cines

En el siglo pasado, las dos primeras páginas, en la parte superior, estaban ocupadas por las publicidades de aquellos cines que ofrecían una variedad de películas en Cuenca. Lo que generaba el séptimo era tan grande que se reflejaba en el tamaño de las publicaciones de las películas que iba a haber. 

Pero, para eso, se necesitaban de personas que conocieran del arte de armar y promocionar las películas. Y una de esas personas fue Carlos Cordero, ex rector de la Universidad del Azuay. 

En la década de los 70, Carlos se vinculó con una cadena de cines que era administrada por su padre. Paralelo a sus estudios universitarios, el hoy economista estaba a cargo de hacer las publicidades de las películas que estaban pasándose y de las que estaban por estrenarse. 

“La publicidad era bastante grande en el periódico porque era el medio por el cual se informaban de las funciones y también se anunciaban los próximos estrenos”, contó Cordero a diario El Mercurio.

       

Para armar, el ex rector tomaba una hoja que tenía el tamaño de la página del periódico y diseñaba la publicidad con textos y con fotografías que en muchos casos las propias distribuidoras de películas le entregaban. 

Una vez que se contaba con la página diagramada, esta se entregaba para que se publique al siguiente día. 

Carlos recuerda que las publicidades de los cines podían llegar a ocupar hasta una media página. Todo dependía de la película y de la época. Por ejemplo, en Semana Santa, se hacían grandes anuncios porque las funciones de una misma película podían ser hasta siete en un solo día.   

“Cada día había una publicidad. En ese momento era, entiendo yo, una parte muy importante de los periódicos. Si se revisa la publicidad de los 60 y 70, se va a ver los espacios  que ocupaban los anuncios del cine eran bastante importantes”, dijo Cordero.

Custodios del pasado

Es innegable que la publicidad ha cambiado. Desde su contenido, los medios que se usan para anunciar, hasta los formatos se transformaron con el paso del tiempo. Hoy en día hasta la inteligencia artificial está inmiscuida en la creación de copys e imágenes que luego son montados para darle forma al anuncio. 

Aun así, que todavía exista un registro de lo que fue la publicidad en Cuenca hace más de medio siglo es un material que no tiene precio y que debe cuidarse. Al menos así lo ve el diseñador Juan Robles. 

“La publicidad es parte de la historia de los emprendimientos y empresas locales. Encontrarse con publicidades de tiendas que hoy son reconocidas es historia. Y ningún espacio digital guarda eso. Por eso es importante lo físico, lo tangible. Es bueno saber que El Mercurio custodia parte de esa historia”, opinó Robles. (I)