Cultura viva

Nancy Negrete Martínez

El Día de los Difuntos es un ritual catalogado por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, desde 2003; este bien inmaterial, identifica las manifestaciones de una “cultura viva”.

Con la Convención de Salvaguardia de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco se reconoce la importancia de preservar los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas, junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que son inherentes a las comunidades, los grupos y, en algunos casos, los individuos se que identifican como parte integrante de su patrimonio cultural; uno de sus ejemplos es México, que constituye la manifestación más importante de América y que es reconocida a nivel internacional.

A más del espectáculo que gira en torno a la fecha, el Día de los Difuntos evidencia la creencia, la fe, la idiosincrasia y el contexto cultural que se prepara para conmemorar, venerar y rendir culto a quienes están en la memoria y en los corazones de los seres queridos. Esta fecha recuerda también que el final del ser humano no es físico, que es solo un descanso relativo al sufrimiento o a las actividades de la tierra.

Los ritos mantienen en el imaginario de la conciencia colectiva la creencia fervientemente en que habrá un contacto de carácter más íntimo entre vivos y muertos; esta creencia es la que deriva en una gran celebración en numerosos países del mundo, aunque con diversas manifestaciones. Adicionalmente, la celebración destinada a los muertos representa un momento privilegiado de encuentro no solo con sus antepasados, sino también con los integrantes de la propia comunidad.

Contradictoriamente, aunque no sea siempre aparente, el temor, incertidumbre y admiración a la muerte es universal, constituye la motivación principal en la vida de la persona y nutre el instinto humano de conservación. (O)