Juan Sánchez y su amor eterno por el baloncesto

La exfigura del deporte de la canasta, ahora de 63 años, ha asistido a siete mundiales. No pudo ser mundialista como jugador y técnico, pero sí como aficionado y delegado.

Su mundo es el baloncesto. En el ambiente de su casa se respira este deporte. Así es el entorno del cuencano Juan Sánchez, quien a sus 63 años, recuerda con nostalgia sus decenas de anécdotas que le ha dejado su etapa como seleccionado provincial y a su vez ser reconocido a escala nacional.

Su estatura, de 1.72m, no fue impedimento para brillar como armador de innumerables equipos. Sus diferentes capacidades de ser exacto en una asistencia, velocidad mental o precisión en las tácticas en la cancha, le permitieron ser elegido como el mejor en algunas temporadas en Azuay.

Su primera participación a escala nacional se concretó en 1977, con motivo del Torneo Nacional Juvenil en Riobamba. Allí, la cita servía como selectivo para conformar el equipo tricolor con miras al Campeonato Sudamericano de Baloncesto, con sede en Guayaquil.
“Estaba muy pequeño, no recuerdo la edad exacta, pero estaba en los últimos años del colegio. Era difícil tener un espacio, pero fue increíble compartir la cancha con tremendos jugadores”.

Su último campeonato nacional como juvenil se dio en 1980 en Ibarra, allí fue considerado uno de los mejores del certamen. Con Azuay logró el subtítulo nacional, según Sánchez, uno de los podios más recordados en su carrera como deportista. Algunos coliseos coreaban su nombre, por su estilo
A nivel local, su primer equipo fue el Tecni Club. Con este elenco destacó en los diferentes torneos de Interclubes.

La etapa como jugador sénior la cerró en 1983, defendiendo los colores del Azuay. Ese mismo año, fue fichado por el equipo Filanbanco Vado, que intervenía en una de las primeras Ligas Nacionales de Baloncesto, denominada Copa Rumiñahui.
Tras ese torneo, toma la decisión de dejar las canchas como jugador e inmiscuirse más como formador en el Técnico Salesiano. En ese entonces tenía 20 años.
A pesar de haber paseado su talento en diferentes canchas del país, Juan Sánchez no tuvo la oportunidad de estar en una selección nacional.

“Recuerdo que en aquella época hubo algún problema con Ecuador, no participaba en los Sudamericanos. Sin embargo, esto no opacó mi felicidad en la etapa de jugador, mi cualidad principal fue ser un líder”.

Sus inicios

Su madre Mariana Piedra Vega (+), quien era comerciante, fue la principal motivadora para que ingresara en el baloncesto. Ella le compró una pelota que daba bote y servía para jugar algunos deportes. Sin embargo, sus primeros lanzamientos se concretaron en canastas que se usaban para las compras del mercado.

A los 10 años ingresó a la selección de minibaloncesto, en la Unidad Educativa San José La Salle. En esa institución comenzó su proceso formativo. Luego se vinculó a la Unidad Educativa Técnico Salesiano para brillar en la categoría inferior.
Su última etapa de secundaria la realizó en la Unidad Educativa Benigno Malo, allí representó en la categoría intermedia y superior. En ambas divisiones levantó los títulos de las Jornadas Intercolegiales.

“Cuando vestía las camisetas de los diferentes colegios recibía cánticos, pero lo emocionante era dar la vuelta olímpica. En mi etapa estudiantil lo gané todo, pero nació el espacio de ser entrenador”.
A sus 20 años, tuvo la opción de trabajar como estratega en el Técnico Salesiano. Esa oportunidad se concreta gracias a la recomendación del entrenador Luis ‘Tocho’ Alarcón (+).

Juan Sánchez, aun teniendo edad para seguir en la cancha, toma la decisión de comenzar una nueva faceta. “Cuando converse con Ángel Robusti, él me dijo que era muy joven y no estaba convencido sobre mi ingreso como profesor. Finalmente, me dio la oportunidad”. Ingresó como estratega el 5 de enero de 1980 y estuvo hasta el 31 de enero del 2021, pasaron 41 años.

La exgloria del baloncesto azuayo, al mando del Técnico Salesiano, logró una hegemonía colegial. Obtuvo siete títulos de manera consecutiva en las categorías intermedia y superior.

El exseleccionado siente que ha entregado mucho al baloncesto y este deporte lo ha retribuido. Su vida gira alrededor a esta disciplina.

Tras dejar su faceta de formador, dedica su tiempo a la dirigencia o a ver partidos de basquetbol junto a sus seis nietos. No se pierde ningún partido de la NBA o de la Liga Europea.

A su criterio, lo mejor es haber dejado un legado y un sello, porque en la vida nada es regalado y eso aplica para cualquier profesión. Como lección tiene que siempre se debe buscar ser mejor cada día.