La página editorial, un espacio de denuncia

En la década de los ochenta la página editorial tuvo ya su propio espacio de opinión.

“…la situación de su tierra azuaya, donde róe la miseria, el cuerpo enfermizo de un pueblo antes rico y próspero, quiero yo también exponer las calamidades y los desaciertos que a mi paso voy anotando…”: así se escribía en los años treinta en las editoriales de diario El Mercurio, un espacio que ha servido para denunciar, narrar y recordar los distintos sucesos de Cuenca.

Desde su génesis, la página editorial ha permitido que grandes periodistas y personajes cuencanos, con conocimiento de causa, describan, principalmente, los males políticos, las necesidades y las promesas incumplidas a los ciudadanos de una Cuenca que ha ido creciendo y evolucionando.

Basta con revisar los escritos que se fueron publicando desde la fundación de El Mercurio. Siempre hubo al menos una voz que reclamó a las autoridades atención.

Salubridad, vías, obras públicas y objeciones a ciertas acciones que no entregaban un beneficio a Cuenca estuvieron escritas en los cientos de artículos que se publicaron diariamente en este medio de comunicación.

Cada publicación tuvo su tinte, sus propias características. Algunas serias, algunas irónicas, algunas contundentes y algunas delicadas para no herir susceptibilidades. Pero, al final, todas ellas generaban algo

Un ejemplo de lo que podía hacer una editorial era hacer reír a los lectores sin dejar de hacer un reclamo. Y esto se puede leer en las columnas que escribía “Próspero”, seudónimo que usó Antonio Lloret Bastidas para escribir en El Mercurio.

 “¡Hola, Alcalde! Pero cuando iba a saludarle de este modo, medio confianzudamente, Juanito se escabulló de mi presencia y yo me quedé con las preguntas en suspenso, para que me informe acerca del novedoso nombramiento que se traía en la carpeta por efectos de su reciente gira por los Estados Unidos”.

Las palabras de arriba pertenecen a Lloret Bastidas, quien, con su singular humor, preguntaba al alcalde sobre un viaje a Estados Unidos que había hecho.

Y así como había un poco de comedia también había reclamos tajantes, como los de Gaspar Sangurima, seudónimo que usaba César Andrade y Cordero. A través de un espacio denominado “Notas y Apuntes”, Andrade y Cordero hacía serios reclamos y análisis a las condiciones que vivían los cuencanos con menos posibilidades.

“Se ha prometido reiteradamente empezar… los trabajos de canalización: pero nada se hace hasta hoy. Y hay que ver cómo viven esas humildes personas, rodando con sus niños entre los chanchos y las aves de corral, con el agua de los albañiles entrándoles a dormitorios y cocinas”, denunciaba Gaspar Sangurima en sus editoriales de El Mercurio.

Seudónimos

No solo el contenido de los artículos que se publicaron en la página editorial de El Mercurio tuvieron sus curiosidades y características. Quienes las escribían fueron personajes que llegaron a usar un seudónimo.

Ya sea por un tema de protección de identidad en medio de épocas de control complejas en la ciudad y el país, o para usar a un personaje ficticio que diga las cuatro verdades a la ciudad, lo cierto es que se usaban nombres falsos al momento de dar crédito a las editoriales.

“Desde la fundación de » El Eco del Azuay » con Solano hasta nuestros días, el nombre empleado por un escritor en vez del suyo verdadero, ha sido tradición bien utilizada por el periodismo cuencano a lo largo de nuestra agitada vida política y débil como remendada democracia”, opinó el escritor y periodista Eugenio Lloret.

Y precisamente Eugenio es quien recuerda algunos de los seudónimos que se usaron en las editoriales de El Mercurio. Además de los ya mencionados, Antonio Lloret Bastidas y César Andrade y Cordero, asimismo usaron nombres falsos Miguel Merchán Ochoa (Venuar y V. NOIR) y Edmundo Maldonado (Mauricio Babilonia).    

La importancia de la opinión

Con el paso del tiempo, la página editorial de El Mercurio se ha ganado su espacio. Actualmente cuenta con una planta de colaboradores que día a día comparten sus opiniones y sus visiones sobre lo que sucede en Cuenca y Ecuador.

Esta supervivencia de la letra escrita ha sido vital e importante en medio de una época en que se necesita pensar. Al menos así lo ve Caroline Ávila, analista política e investigadora.

“¿Por qué es importante expresar esa opinión? Porque nos hace falta pensar en este momento de tanta inmediatez, en esta vorágine de coyuntura, de información, de hechos. Creo que es importante hacer pausas y pensar”, dijo Ávila.

Para la analista, cuando hay un valor y una postura transparente y frontal en la página editorial, eso ayuda a que los lectores tomen decisiones.

Y precisamente eso es lo que ha buscado y continúa buscando diario El Mercurio en su camino a sus cien años de existencia: servir, por medio del periódico, a los cuencanos. (I)